Monday, December 19, 2011

In (moderato) dulci jubilo

"Tomo mis medidas: hágase la luz"
La Mandrágora, Un burdo rumor

Hace dos años que paseo tras las comidas, intento ir al gimnasio unos cinco o seis días por semana, he aprendido nociones básicas de nutrición y he logrado poder contenerme ante las muchas tentaciones que el maligno pone ante nosotros en las situaciones más insospechadas.

Hay días que llueve o hace demasiado viento cuando se pasea. Otras veces las piernas no responden en la cinta cuando apenas han pasado cinco minutos y uno intuye que los 35 minutos restantes no serán fáciles. Hay momentos así.

Resulta que un día cualquiera nos insertan un aparatito que mágicamente registra nuestra dulzura durante cuatro días seguidos. Una buena manera de comprobar cómo se están haciendo las cosas. Y cuando tras cuatro días uno mira al gráfico se encuentra con esto

Todo dentro de los límites recomendados (70 y 140) y minimizando la varianza. El resultado soñado.

Reconozco que me lo he pensado dos veces (o más) antes de escribir esta entrada. He encontrado al menos tres argumentos para convencerme de que no se trata de simple exhibicionismo. En primer lugar, hace poco leía en una revista especializada sobre la diabetes el alegato del actor Stephen Wallem, uno de los primeros actores en trasladar su condición de diabético a la pantalla a través de Thor, su personaje en Nurse Jackie. Wallem comenta lo que le sorprendió comprobar la ausencia total de diabéticos en series y películas. No había personajes diabéticos cuando las estadísticas nos dicen que los Estados Unidos cuentan con 25 millones de diabéticos y 50 millones de personas en riesgo de serlo. Wallem es diabético tipo 1 y decidió que era hora de mostrar abiertamente y sin ningún tipo de vergüenza su condición frente a las cámaras. Le parecía importante hablar de la diabetes, de lo que implica, de lo que es, de lo que no es... No puedo estar más de acuerdo con Wallem. Al margen de la lucha por la normalización en la mención o tratamiento de la diabetes, hay una segunda razón para la entrada: estoy orgulloso de mis resultados. Así de simple. Así de claro. Como decía, hay días en que el gimnasio no apetece demasiado, otros días me quedaría durmiendo la siesta o hablando con los amigos o con la familia en lugar de salir a pasear 20 minutos tras la comida, otras veces atacaría sin piedad el tiramisú -¡qué bueno está el tiramisú!- que me grita desde la carta de postres... No hay nada de heroico en las pequeñas decisiones cotidianas. Sí hay un compromiso para aprovechar la gran ventaja de mi situación: siempre tuve la sensación de que el futuro está en mis manos y que conviene aprovechar ese privilegio. Por desgracia, en otros países la vida del diabético sin duda es más dura y más cara: los aparatos para medir la glucosa en sangre pueden ser difíciles de encontrar, los suministros necesarios pueden ser caros o no estar cubiertos por el seguro médico... Yo tengo unas condiciones absolutamente privilegiadas para hacer "lo correcto" fácil y de manera asequible. Todo indica que hacer lo correcto con la comida, la medicación y el ejercicio da buenos resultados. Ver ese gráfico compensa con creces la molestia de cualquier viaje apresurado a casa para recoger la insulina olvidada o cualquier sesión terriblemente eterna en una cinta de correr o una máquina del gimnasio de Maryland. Por último, creí que convenía abordar el tema en el blog porque, tras anunciar su existencia todavía bajo el shock inicial hace ya más de dos años, era justo transmitir un mensaje de optimismo y de esperanza para todos aquellos que tuvieron la amabilidad de leer y preocuparse por mi estado y, sobre todo, para todos los que puedan verse en una situación similar. Sin heroicidades ni nada por el estilo, me quiero demostrar que se puede movilizar los recursos e informaciones de los que disponemos para poner las cosas bajo control. Que podemos encauzar de nuestra situación porque, al fin y al cabo, la diabetes puede combatirse de manera tremendamente efectiva. Podemos alcanzar un (moderadamente) dulce júbilo.

7 comments:

José-Vicente Puig Raga said...

Mi enhorabuena, Álvaro. Tienes toda la razón. Y me alegro de que estés bien. Nadie desea en absoluto tener una enfermedad; eso sí, depende de cada uno cómo llevar y vivir lo sobrevenido, e incluso (que se me entienda bien lo que quiero decir) en ocasiones puede llegar a sacar de uno mismo lo mejor. Un cordial abrazo. Ya queda menos para pisar suelo "patrio".

maguspe said...

Siempre supe que volarías si te entrenabas. Además de tesón, tienes la rara virtud de sacar lo mejor de las dificultades.
Como decían los clásicos, la grandeza de ánimo se demuestra en la adversidad.Es fácil demostrarla en la bonanza.
Te lo mereces y ayudarás a mucha gente con tu ejemplo. Seguro.
Y también,gracias. Tú sabes por qué.

soñadora said...

Te escribo tirada en el sofá, con las pocas fuerzas que me quedan después de siete horas de clase en el instituto, chelo y nuevas tecnologías debido a un catarro agrabado por un probable descontrol hormonal.

Celebro tu (moderato?) dulci jubilo. Si tubiera un aparatito midehormonas, un tubo de hormonas de fresa para emergencias amargas, dosis en inyecciones y una cinta de gimnasio que solucionara en parte mis problemas, probablemente mi vida sería más fácil. O mi madre no se preocuparía tanto. O mi hermana dejaría de chillar cuando me ve blanca en el pasillo del conservatorio. Pero no, no hay máquina sobre la que se llegue a la meta, ni dulzura concentrada en un tubito.

Es verdad que hay veces que me quedo atrás, o no puedo seguir, o me pierdo cosas que me gustaría hacer. Pero hay algo que le debo a mi dulzura interna (sí, esto te lo robo aunque no sea cierto, era irresistible). Las tardes tirada en la cama pensando poemas. Los ratos hecha una mierda haciendo un esfuerzo para teclear frases más o menos parecidas a literatura. La sensación de "vuelvo a estar viva" que nunca olvidaré desde aquel 8 de diciembre.

Dulci jubilo, sin ninguna duda. Porque de (casi) todo lo que la vida nos ofrece podemos aprender a vivirla.

Besos dulces

Alvagó said...

Puede que la cartas estén bien repartidas después de todo: a mí se me ha puesto todo fácil con recetas sencillas y a mi alcance y gente tan estupenda como la que ha hablado por aquí y para la que nunca tendré suficientes palabras de agradecimiento. A otros les ha tocado una mano algo más indigesta pero, a cambio, se les ha dotado de una personalidad y una cabecita admirables.

Curiosos equilibrios.

Anonymous? said...

Querido economista:

EL MUNDO ESTÁ HECHO DE NÚMEROS. (Aunque no sé si has entendido bien quién tiene que agradecer algo o admirar a quién).

Alvagó said...

"Son sólo números", contestó Guardiola al que algunos llaman "el filósofo" para despreciarlo.
¿Significa eso que los números son filosofía? Quizá los números y las matemáticas están hechos de metáforas (como, por ejemplo, ese ocho perezoso que pretende reflejar una idea tan inconmensurable para nuestras cabecitas como la infinitud). ¿Significa eso entonces que la vida está hecha de metáforas?, ¿será entonces que los filósofos son los mejor predispuestos para entender el mundo?... ¿o será que los matemáticos son los primeros filósofos?...

leire said...

Las matemáticas y la filosofía, por mucho que nos empeñemos en distanciarlas y construír muros entre ellas, son hermanas gemelas. Intentan explicar lo mismo, buscan las mismas respuestas y preguntas ante todo. Una explica con números, otra con palabras. Se complementan y ayudan. Aunque nosotros hagamos como si no se parecieran en nada. Debería haber un doble grado en mates y filosofía (que, por cierto, me atraería mucho). Pero no hay. Las condenamos a vivir en distintas facultades. Los mejores ejemplos de lo que digo son casi ese ocho perezoso que nombras. Descartes, Aristóteles (aunque fue bastante biologuito), Leibniz, Pascal, Cantor, Poincaré, Hilbert, Russell, Wittgenstein, Gödel, Weil, Whitehead...

Besos y que disfrutes de la estancia en la terreta.