Friday, June 28, 2013

AP-DP

Siempre pensé que al hacerme mayor iría abandonando poco a poco mi pasión por el fútbol para centrarme en lo importante, independientemente de lo que "lo importante" signifique.

Entonces llegó Pep y su Barça.

Poco a poco me doy cuenta de que mi futuro más probable es el de un indigente del fútbol que cada semana mendiga unos segundos remotamente parecidos a lo que vio entre 2008 y 2012.

Monday, June 24, 2013

1884-2007

“España y Marruecos son como las dos mitades de una unidad geográfica, forman a modo de una cuenca hidrográfica, cuyas divisorias extremas son las cordilleras paralelas del Atlas al Sur y del Pirineo al Norte, entrambas coronadas de nieves perpetuas, y cuya corriente central es el Estrecho de Gibraltar, a la cual  afluyen, de un lado, en sus pesadas caravanas, los tesoros del interior del continente africano, y del otro, en sus rápidos trenes de vapor, los tesoros del continente europeo. Lo repito. El Estrecho de Gibraltar no es un tabique que separa una casa de otra casa; es, al contrario, una puerta abierta por la Naturaleza para poner en comunicación las dos habitaciones de una misma casa”
Joaquín Costa (1884)

***


Monday, June 17, 2013

Cualquier tiempo pasado



Carta de dimisión del Presidente de la Federació Catalana de Clubs de Futbol, 12 de junio de 1913:
"He arrivat a la convicció de que el futbol actual es un camp de anormalitat en el cual tot esfors de bona voluntat es infructuós.
«Tot en ell es inunió, tot en ell es misérrim, personalista, violent; sols solicitat per l'entagonisme, la oposició,  la  passió  raquítica i virolenta.Sobre tot aquest aire constant de malavolensa entre tothom, sense  serenitat  ni respecte no's tracta  mai  de lluita  lleal  i  franca, tot  devé en ell motiu de rencunia, de venjansa, de batalla de cosses, d’empentes, de cops brutals,  buscant el fi de vence de qualsevol modo, sense forma ni ab aquella santa direcció espiritual de fer art  sportiu que enforteix el cos i dignifica l'ánima.
«La  vida del fut-bol s’ha presentat al meu esperit com un cos informe, primitiu, sols esperonat per passions  inferiors, sense elevació.
«Els  jugadors, en general, informals i capritxosos, sense estimació fonda als clubs.
«El  públic barbre, cridaire, brutalisador del  joc, partidista fins a la rabia, invadint els camps i ab intents de masacrar un jutje que ha de fugir...
«...deixo el cárrec perque deixo el fut-bol, tant inarmónich ab els meus pensaments; perque lo violent, ineducat i inform es refusa per mí ab ansies incontenibles".


Artículo integro "Anormalidad" aquí

Wednesday, June 12, 2013

Mis cosas


Para M. y L. y en memoria de la nevera de la puerta desmontable
He desarrollado una relación muy peculiar con mis cosas. No es que haya sucumbido a las patrañas publicitarias y crea que una pulsera va a darme equilibrio y paz interior, que comer un yogur vaya a hacer que ir al baño sea una experiencia fascinante o que conducir un coche vaya a convertirme en un animal libre en lugar de contribuir al calentamiento global o al tráfico que infesta Washington cada día. Se trata más bien de una identificación y cariño con mis cosas que va más allá de la simple y funcional relación que podemos esperar entre el posesor y el objeto poseído. No sé si cuando Marx desarrollaba su teoría de la alienación y hablaba de la identificación del productor con el producto de su trabajo tenía en mente algo similar para la relación entre el comprador y lo comprado, pero mis sentimientos hacia mis cosas empiezan a alcanzar cotas sorprendentes.
Todo empezó cuando mi novia me hizo notar que los calzoncillos que asomaban por el cajón de la cómoda habían conocido tiempos mucho mejores. Mientras ella llegaba a la única conclusión posible y dictaba un inevitable "esto ya no da más de sí" yo me sorprendí rememorando el momento en que compré esos calzoncillos durante mis primeras primeros días en los Estados Unidos. Pensé que esos gayumbos que ahora me miraban derrotados, vencidos y carentes de todo glamour habían sido testigos silenciosos de mis cinco años de doctorado viendo pasar cursos, exámenes, nervios, amistades, angustias, enfermedades y cambios de apartamento. Habían sido mis compañeros de aventura americana desde prácticamente el primer día. Asistí a su ejecución con un nudo en el estómago pero con la resignación del que sabe que "era lo mejor" mientras intentaba creer con todas mis fuerzas en el cielo de los calzoncillos. Ya no sufrirían más intentando mantener las costuras lo más unidas posibles a cada uno de mis pasos.
Todo fue más duro cuando me di cuenta de que mi camiseta naranja había muerto. Cálculos rápidos me llevaron a concluir que la mítica prenda podía tener unos quince años. Mi novia, que sólo pasaba por allí, se vio obligada a asistir a una elegía improvisada de unas cuatro horas. Rememoré los partidos de volley playa en Xeraco con los que la malograda camiseta naranja había experimentado sus primeras sudadas, evoqué las primeras visitas al gimnasio de Maryland con los que me acompañó en mi introducción a tan peculiar mundo, elogié la paciencia con la que soportó su progresiva sustitución por otras camisetas más ligeras, de mejor diseño y transpiración y menos propensas a cuadriplicar su peso tras el ejercicio.
La obsolescencia de mi cepillo de dientes fue un drama. Evidentemente mi relación con el cepillo no databa de años, pero tengo gran facilidad para ignorar los consejos de los preocupados dentistas y superar ampliamente los dos meses de esperanza de vida que se recomienda para estos objetos. Tengamos en cuenta que un cepillo de dientes es algo con lo que nos relacionamos unas tres veces al día (en eso sí que soy un alumno aplicado) por lo que debería ser obvio que no se trata de un objeto cualquiera. Para su entierro, obligué a los tubos de pasta y a los enjuagues bucales a formar en perfecto pasillo hasta la basura, el hilo dental engalanó el salón y el baño estuvo decorado con crespones negros durante una semana. La marcha fúnebre acompañó al Oral-B azul hasta su último destino. Dado que era tarde, decidí que lo mejor era un sencillo discurso de sólo una hora.
Mi encariñamiento con los objetos es particularmente problemático en un mundo en que la obsolescencia programada dicta su ley y pocos objetos están en condiciones de ser utilizados tras unos meses o, a lo sumo, unos pocos años. Hoy se fundió una bombilla. Mi novia dice que se irá unos días y que le avise cuando todo haya pasado.