Tuesday, August 24, 2010

Carlos Taibo y el decrecimiento

La econometría y la economía cuantitativa son herramientas y metodologías tremendamente útiles y válidas cuando se tienen las ideas adecuadas en mente y se sabe lo que se quiere contrastar, medir, maximizar o modelar. El problema viene cuando uno tiene la sospecha de estar preocupándose por ajustar al milímetro el retrovisor mientras el coche se dirige a 200 km/h contra un muro.
La ventaja de estar rodeado de gente tremendamente inteligente, estimulante y culta es que es complicado no acabar por hacerse muchas preguntas sobre lo que nos rodea. Pablo, una de estas personas (y uno de los que más aprecio y admiro) me regaló hace poco el último libro de Carlos Taibo: Su crisis y la nuestra.
El libro no lleva a engaño al lector dado que el subtítulo es toda una declaración de intenciones: "Un panfleto sobre decrecimiento, tragedias y farsas". En efecto, el librito adopta un tono orgullosamente panfletario que sirve para presentar ideas generales de manera muy clara pero que no evitará la denuncia por parte del escéptico o del intelectual riguroso y deseoso de respuestas a preguntas y ambigüedades para las que esta obra no pretende aportar una respuesta. Volveremos a ello en varias ocasiones.
Taibo considera que la crisis actual tiene una triple dimensión: cambio climático, agotamiento de las energías tradicionales y expolio de los recursos materiales y humanos de los países pobres. A la hora de exponer los problemas y abordar las soluciones Carlos Taibo se erige en uno de los principales (¿primeros?) portavoces del decrecimiento en España. Grosso modo (muy grosso modo), el decrecimiento plantea la necesidad de desarrollar un modo de vida menos consumista y materialista que resulte en una disminución de la huella ecológica occidental y que promueva un nuevo tipo de sociedad en la que los valores post-materiales y relacionales tengan más oportunidades de desarrollo y adopten un rol más importante. Todo ello lleva, por supuesto, a cuestionar radicalmente la idea de crecimiento económico tal y como es entendido comúnmente. La idea es ciertamente controvertida y necesita mucho debate y reflexión para evitar caer en ataques caricaturescos. Difamar y ridiculizar resulta en ocasiones demasiado fácil. Lo trágico de la descalificación y la burla a la ligera es que se impide el desarrollo de un debate sereno e informado. En este sentido, se agradece el esfuerzo de Taibo por puntualizar algunos malentendidos que suelen generarse en torno al decrecimiento: la idea no niega la mejora material a los países en vías de desarrollo ni tampoco a los pobres de los países desarrollados. Estas puntualizaciones son más que bienvenidas porque, hasta la fecha, apenas había encontrado libros serios sobre el tema en español (me familiaricé con la idea del decrecimiento durante mi estancia en Francia, país en el la idea ya goza de una cierta tradición y tiene figuras con cierta reputación como el economista y filósofo Serge Latouche). En España sólo tenía constancia de la traducción de una obra colectiva francesa titulado Objetivo decrecimiento. Afortunadamente, la lectura del libro de Taibo me ha permitido descubrir que el autor también ha publicado hace poco una obra titulada En defensa del decrecimiento. Parece, pues que, aunque sea lentamente, la idea empieza a disponer de cierta difusión en nuestro país.
¿Qué pretende Taibo con su obra? Si la disyuntiva de Castoriadis hace algunas décadas era "socialismo o barbarie", Carlos Taibo bien podría gritar hoy en día "decrecimiento o barbarie". En efecto, tal y como avanzaron Ival Illich o André Gorz en su momento, nuestras opciones bien podrían ser la de una ecodemocracia elegida o un ecofascismo forzado por la deriva de nuestras sociedades occidentales. El problema, claro, viene a la hora de definir los conceptos y establecer el programa y las medidas que nos lleven al decrecimiento. Los partidos de izquierdas españoles mayoritarios son descartados por Taibo como posibles abanderados del proyecto. PSOE e IU son presentados como portadores, en el "mejor" de los casos, de un proyecto socialdemocráta incapaz de integrar el imperativo ecológico y político decrecimentalista (caso de IU) o, simplemente, de haber abandonado sus pretendidas raíces socialdemócratas al aceptar la lógica de la nebulosa ideología neoliberal (caso del PSOE). Los nacionalismos periféricos (ERC o BNG) no salen mejor parados. En el caso de los sindicatos mayoritarios el panorama tampoco es halagüeño según Taibo. La dependencia de la financiación pública y su conversión en megaestructuras burocráticas dedicadas a velar por los intereses de los trabajadores afiliados y más estables (y marginando a aquellos en situación más precaria) llevan al politólogo a descartarlos como eventuales agentes del cambio. Así las cosas, el proyecto decrecimentalista defendido en el libro se caracteriza por congeniar con el ideario libertario y por ser netamente anticapitalista, autogestionario y antipatriarcal. Su desarrollo se confia a lo que Taibo llama "la izquierda social". Ésta se define como "toda aquella izquierda que, desde el arraigo del trabajo de base, no asume la forma de partidos y no compla la concurrencia a elecciones". El propio autor reconoce lo ecléctico de esta categoría. En ella se cuentan asociaciones de vecinos y movimientos ecologistas, grupos feministas y pacifistas, cristianos de base, sindicatos alternativos, organizaciones de autoconsumo, centros sociales okupados... Repitamos lo dicho anteriormente: el escéptico o el lector interesado en detalles sobre la praxis autogestionaria y la propiedad pública socializada, no encontrará en este libro respuestas a la mayoría de preguntas -tanto teóricas como prácticas- que a buen seguro le asaltarán. Este punto es particularmente importante porque los defensores de la autogestión o de las microsociedades decrecentistas deben hacer frente a una poderosa literatura económica que apuesta abiertamente por las virtudes del libre comercio o, más importante aún, a una evidencia histórica que identifica la apertura comercial como un factor necesario (si bien no suficiente) para la prosperidad de las regiones o a estimulantes y eruditos ensayos que presentan una interacción fundamental entre apertura comercial y estabilidad del sistema político democrático que asegura la supervivencia de ambos. Tema increíblemente vasto y complejo que abruma sólo de pensarlo. Pasaré página dejando al lector con la miel en los labios pero también con algunas armas sugeridas en los enlaces anteriores para, si así se desea, empezar a abrirse paso en una jungla intelectual tan densa como rica y extensa.
También resulta interesante la crítica a los partidos políticos de izquierdas. Taibo usa a menudo el despectivo "fuerzas 'atrapalotodo'" para denunciar la deriva del PSOE o del BNG en su pérdida de identidad para aglutinar el máximo apoyo electoral. La situación remite inevitablemente a la teoría económica de la democracia de Anthony Downs por la que los partidos políticos en democracia tienen poderosos incentivos a situarse en el centro del espectro político para aglutinar el máximo apoyo posible por parte de los votantes. ¿Quiere esto decir que las infalibles fuerzas downsianas incapacitan a nuestras democracias representativas para desarrollar el proyecto presentado por el autor? Los proyectos autogestionarios o decrecimentalistas suelen expresar simpatías por "microsociedades", la minimización del centralismo político y la potenciación de la democracia directa. Aunque no faltan voces que se aventuran a señalar un resurgimiento de la democracia directa en nuestras sociedades, la cuestión parece cuanto menos abierta a muchos interrogantes tanto teóricos como prácticos. Taibo tampoco da pistas del modelo político que tiene en mente. De nuevo nos chocamos con los límites del panfleto.
Mi situación personal me exige una cierta contención a la hora de dispersarme demasiado en lo que a temas, preguntas y polémicas académicas se refiere. Durante los próximos tres años debo pagar el peaje de la tesis y de la especialización en Historia Económica porque yo mismo he elegido la autopista de Maryland. Al lector que tenga un poco más de tiempo y voluntad de replantearse ciertas cuestiones sobre nuestro rumbo -aunque sea para desmontar punto por punto el ideario "decrecentista"- el libro de Taibo no le será indiferente. Se le podrá acusar de muchas cosas, pero el bueno de Taibo habla muy claro y, desde mi punto de vista, lo hace de manera muy honesta y poniendo asuntos inmensamente serios encima de la mesa.

10 comments:

amado said...

Veo que estuviste con Taibo en alguna charla ¿También fuiste a ver a Sergio "El Tecla" en Francia alguna vez?

A veces me da que el tema del agotamiento de ciertos recursos naturales se observa desde una óptica estática. Sabes si Taibo toma en consideración en sus análisis el inexorable desarrollo y difusión de las energías renovables cuando las fósiles escaseen. Asimismo la clonación de especies animales y vegetales se está desarrollando ya sobremanera y probablemente suponga un antídoto para un planeta que se acaba.

Alvagó said...

Reproduzco un comentario de Quinlan que por alguna razón no ha aparecido publicado en el blog:

Ya conoces mi concepción de las ciencias sociales. Algunos autores ejercen su derecho a escribir grandes obras que plantean muchas preguntas, para dejarlas sin respuesta. Otros prefieren acotar las preguntas y dar respuestas casi microscópicas, arduas, pero no triviales. El primer camino no puedo dejar de verlo como el más fácil.

Además, y en el plano meramente político, lo que me aterra de tu entrada es la idea de que 'las infalibles fuerzas downsianas' impiden 'desarrollar el proyecto presentado por el autor'. Si sustituyes 'fuerzas downsianas' por 'instituciones democráticas', la frase deviene terrorífica. La historia de los intentos de resolver los problemas de la democracia burguesa sustituyéndolos por sistemas alternativos sugiere que, primero, es necesario probar que hay instituciones alternativas sólidas que no acaban convergiendo a un 'pésimo' paretiano.

Problemas tan complejos como la reforma de la democracia participativa basada en partidos pueden y deben aislarse de otros problemas complejos, como el subdesarrollo o el cambio climático. ¿Cómo conseguir unas instituciones políticas más solidas y más democráticas si nos detenemos en la elaboración de relatos que unen, mágicamente, el cambio climático con el libre comercio con los hábitos de consumo con los patrones de afiliación a sindicatos?

No conozco otra manera de comprender el mundo, para cambiarlo, que recurrir al ingrato camino del método científico, ese que se construye sobre la base de la evidencia empírica (delante, detrás o en medio de nuestras teorías sobre el mundo), y que necesita establecer relaciones que unen hechos y teorías de forma sólida y falsable.

Como científico en ciernes que eres, y amigo, no puedo resistirme y te reto: no te detengas en la reflexión bienintencioanda y complaciente, no renuncies a construir un paradigma nuevo, que dote de carne al esqueleto de ideas que aparecen de manera recurrente en tus entradas. No te engañes asumiendo que en los próximos años de tu vida tienes que limitarte a 'pagar peajes'.

Quiero ver todas las herramientas analíticas cargadas en tu mochila, convertidas en martillos (o granadas) que contribuyan a la destrucción de falsos mitos y a la construcción, gramo a gramo, de un corpus científico sólido, abierto, y alternativo. Para reflexionar de forma general, y también para plantearnos preguntas de manera rigurosa, precisa, y encontrar algunas respuestas, con ese antídoto contra el veneno de la superstición que nos distingue de los oscurantistas y los fanáticos: la ciencia.

Postdata: Comparto totalmente la incertidumbre de Amado.

Alvagó said...

Ahora ya hablo como terreter quelconque in América.

A Amado:
- Sí. Tuve la suerte de ver a Latouche en uno de esos reagrupamientos semi-sectarios de Le Monde Diplomatique en Nantes.
- Aportas un gran comentario que se me olvidó mencionar en la entrada (casi mejor: ya ha sido demasiado larga). Los partidarios del decrecimiento asumen por defecto un escepticismo tecnológico importante. Es lo que tú llamas "óptica estática". Esta perspectiva ya ha mandado al garete a las teorías/vaticinios de Thomas Malthus en el siglo XIX y a las de ciertos estudios del Club de Roma en el siglo XX. Puede que algún día los escépticos tecnológicos dentro de la ecología tengan razón. La historia de momento les es hostil.

A Quinlan:
- Comparto plenamente tus miedos en tu comentario sobre la democracia y las "fuerzas downsianas". De hecho pretendía sembrar esa inquietud (que fue la que yo mismo sentí) en el lector.
- Gracias por tu reflexión paciente y detallada sobre tu perspectiva sobre la investigación en ciencias sociales. Comparto mucha de tus prudencias y modestias en lo que respecta al alcance de las respuestas que pueden darse. Y no temas: tu desafío fue claramente expresado en uno de tus viejos comentarios:"Ni una sola crítica más, por justa que sea, a la economía neoclásica. Sólo se aceptan contribuciones, y alternativas". La tengo siempre en mente y jamás la olvido. Es una cura infalible para los delirios de grandeza o mesianismo superfluo y barato.

Hank Quinlan said...

Gracias por ser tan paciente conmigo: hasta cuando mis repetitivas entradas no se publican por alguna pifia tecnológica, tienes la bondad y el atrevimiento de rescatarlas del limbo.

Eres grande.

Alvagó said...

Agradezco el comentario (porque de mal nacidos es no ser agradecidos y todas esas cosas) pero por una vez disiento radicalmente contigo, Quinlan. Ni tú eres el repetitivo ni yo soy el que da muestra de paciencia o de grandeza alguna.
Además, sería extremadamente estúpido dejar que se perdiese alguna pieza de la única parte del blog donde realmente se gestan las ideas interesantes y se puede aprender algo: los comentarios, vuestros comentarios.
Y que conste que por una vez mis palabras son escritas sin ningún atisbo de duda o el más mínimo sentimiento de educada reciprocidad. Simplemente es lo que hay y punto.
Gracias.

Julio said...

Buff, que gran entrada... Sólo investigando todos los enlaces podría tirarme horas. Y además la cojo en estado avanzado de comentéo... Y que gran foto, recuerdo de una de las noches más gloriosas de estudios sin fronteras, jejeje...

Puesto que el libro de Taibo no oculta su estilo pasquinizante, iba a asumir alegremente ese rol y ponerme yo también exaltado que, si bien nunca es lo más sensato, en ciertas ocasiones, es lo que te pide el cuerpo. Pero por hilvanar con la cadena de comments, en la que Quinlan (gran película, by the way) pedía moderación y cabeza fría, voy a tomarme las cosas con un poco más de calma...

Leyendo el post, lo primero que me ha venido a la cabeza cuando he leído sobre la ausencia de referencias al decrecimiento en el ámbito hispanoparlante, ha sido la imagen alicaida de Ernest García, uno de los más grandes de nuestra Universidad de Valencia, y desde mi punto de vista, la representación viva del síndrome de Casandra. Te recomiendo en especial "EL TRAMPOLÍN FAUSTICO: EL MITO DEL DESARROLLO SOSTENIBLE". Recuerdo que en el I Congreso de la International Sociology Asociation, celebrado en Barcelona en 2008, Ernest García coordinaba el grupo de Sociología Ecológica, con ponencias muy interesantes en las que no faltaban referencias al decrecimiento. Tengo entendido que es bastante respetado en la materia, y no sólo en el ámbito hispano. En este post tengo enlazados algunos artículos suyos realmente interesantes:
http://jusousa.blogs.uv.es/2010/06/13/sumak-kawsay/

(El post en cuestión entraría en lo que se considera panfleto metafísico o brain-storming, no le hagas demasiado caso más allá de los enlaces, que son buenos).

Y sobre la "óptica estática", y las posibilidades de que las energías renovables, sustituyan progresivamente a las fósiles, permitiéndonos mantener nuestros patrones de consumo... Me voy a permitir dar un par de palos de ciego.
Es bastante incongruente esperar que las condiciones tecnológicas (¿en captación de energías renovables?) no evolucionen en las próximas décadas, deviniendo mucho más eficientes. Pero ¿no es un tanto arriesgado considerar la opción contraria para orientar todas nuestras decisiones políticas? Es decir, confiar en que un cambio tecnológico revolucionario (que podría aparecer o no) nos dará la solución a los problemas. ¿Qué sucede si las tecnología de captación de energías renovables son insuficientes? ¿No es más plausible pensar que la opción preferida será optar por las nucleares, que ya están siendo postuladas como la "energía de la transición"? ¿Y esa opción de las nucleares no generará más riesgos o, en todo caso, los retrasará en el tiempo? ¿Más fe en el progreso tecnológico indefinido, esperamos a que las nucleares sean limpias y seguras?

Reconozco que este es un tema crucial (posiblemente sea El Tema), y lo cierto es que en pocas ocasiones lo he abordado con rigor, más allá de este tipo de pensamientos. En fin, preguntas sin respuesta que, como decía Quinlan, es la opción más fácil, la más adecuada para el que escribe a última hora de la noche. Me voy a comer una papaya y a olvidarme de estas cosas...

Alvagó said...

Los decrecentistas tienen algunos argumentos interesantes frente al optimismo tecnológico al margen del principio de prudencia que evocas (principio este que no debe despreciarse, claro). Se suele argumentar, por ejemplo, que a menudo existe un "efecto rebote". Ejemplo: la reducción de consumo de carburante por vuelo se ha reducido en un 70% gracias al progreso técnico... pero la cantidad de vuelos ha aumentado en un 74% (no recuerdo con exactitud las cifras pero creo que la idea está clara). A todo esto puede añadirse la magnitud del esfuerzo tecnológico que el imperativo ecológico puede exigir: los europeos deben reducir en un 33% su huella ecológica mientras que los estadounidenses deberían hacerlo en casi un 50% (http://www.footprintnetwork.org/images/uploads/Ecological_Footprint_Atlas_2009.pdf). ¿Imposible? No. ¿Desafío formidable? Sin duda. Sobre todo si nuestro modelo de desarrollo aspira a exportar nuestro modo de vida medio a siete mil millones de personas o si Bush (padre) expresa mejor que nadie el gran obstáculo al proclamar orgullosamente que "el nivel de vida de los estadounidenses no es negociable".
El (economista) optimista tecnológico puede argumentar que la presión sobre los recursos llevará a cambios en los precios relativos que promoverán la innovación de métodos alternativos que gozarán de mayor rentabilidad. La historia, como hemos dicho, también permite mirar al futuro con cierto optimismo en lo que respecta a la inventiva humana. Y, sin embargo, sin querer repetir viejos errores agoreros del movimiento ecologista, no puedo evitar que la denuncia decrecentista me toque alguna fibra... Intentemos avanzar gramo a gramo, milímetro a milímetro y sin resultados preconcebidos en nuestras cabezas, como aconseja el bueno de Quinlan. Creo que la cuestión lo merece.

PD: Muchísimas gracias por las referencias, Julio. Dame tiempo para asimilarlas. Estoy en un periodo de especialización lectora un tanto acusado...

Saio said...

Terreter! Yo no tengo ni idea de nada de lo que hablas (supongo que es algo bastante normal en alguien de mi edad), pero me he leído la entrada y cada vez me gusta más cómo escribes.
La foto es genial! Pareces Pau con esas barbas! juas juas
Un beso

Hank Quinlan said...

¿Cuándo dices que los norteamericanos deben reducir su 'carbon footprint' en un 50%, incluyes a los de Texas en el cálculo? ¿también a Chuck Norris? Me aterra pensar que tenga que ser yo al que le toque ir a explicarle esto del decrecimiento a su rancho...

Mia Wallace said...

Me incorporo tarde a la discusión (leer la entrada original y todos los comentarios me ha llevado un tiempo). Mi contribución es pequeña. Sencillamente un ejemplo de que se puede llegar a logra ese modo de vida, esa sociedad sostenible. Es la ciudad de Estocolmo, la cual lleva desde los años 90 intentando reducir sus emisiones (hasta ahora lo ha logrado en un 25%) , y con el objetivo (que se ha convertido en promesa) de en el 2050 dejar de consumir combustibles fósiles. Férrea mano en cuanto a las medidas para controlar el tráfico rodado además de marchar a pasos agigantados en cuanto a sistemas de purificación del agua, de reciclado y de recolección de residuos.
Pero, dentro de la ciudad existe un barrio de nueva construcción, el Hammarby Sjöstad (nombre impronunciable, por cierto) que desde su concepción está dirigido a cumplir todos los requerimientos medioambientales que lleven a conseguir ese objetivo. (http://www.hammarbysjostad.se).
El ejemplo lo tenemos... eso sí, una pena que no seamos suecos (no sé si tintándome de rubio y permaneciendo alejada del sol unos cuantos meses podría pasar por uno de ellos... difícil lo veo); aunque podríamos empezar a tomar notas en cuanto a su planteamiento.

PS: Quinlan... no, no te veo en Texas, de puerta en puerta, repartiendo panfletillos sobre cómo reducir la huella ecológica de los tejanos... miedo me da