Tuesday, March 6, 2012

La carrera como metáfora

A la mejor poeta y al impresionante conferenciante altruista

"Tota aquesta angoixa, tota aquesta por que sento,
em tranquil·litza, no sé com però em tranquil·litza.
Estic tranquil, tranquil.”

Mishima, Neix el Món Dintre l'Ull

El día es más bien desagradable y en casa se está bien. ¿Quién tendría ganas de tomarse la molestia de ir el gimnasio? Sin embargo, ya sea por rutina, por motivos científicos-psicológicos (uno ha leído algo sobre el deporte, la quema del azúcar y las endorfinas) o por ambición pura y dura, de repente uno se encuentra mirando los controles de una cinta de correr enfundado en su camiseta, pantalón corto y zapatillas deportivas. Por delante, un mundo.

Empezar es quizá lo más duro. El cuerpo sufre para adaptarse y las piernas se quejan pronto. Un, dos, un, dos. El sudor empieza a caer por la cara a los pocos minutos y hace presagiar que esto será duro. Puede que incluso más duro de lo previsto. Un, dos, un dos... hay que pillar el ritmo ¿Cuánto se supone que iba a durar la broma? ¿45 minutos? Uf. Si se logra llegar a 40 ya debería estar satisfecho. Quizá incluso 30 ya sería un éxito. El artículo que leí el otro día decía que... déjalo... un, dos, un dos...

La gente alrededor empieza a abandonar las cintas. Otros llegan y se van mientras el cuerpo sigue el rimo machaconamente Se está alcanzando el punto de automatización máxima. Mente casi en blanco y todas las energías del cuerpo entregadas a la causa. Un, dos, un dos. En efecto, esto es duro y pesado. Uno se siente solo y un poco cansado de uno mismo mientras mira sin ver su propio reflejo en el cristal de enfrente.

Llegados a este punto ya no se es consciente de lo que se está haciendo. ¿Cuánto ha durado esto?, ¿cuánto queda? ¿20 minutos aún? Decididamente llegar a los 30 minutos ya sería un logro. De repente el cronómetro se acerca a esa marca y entonces el pensamiento llega casi sin quererlo: puede merecer la pena llegar a los 40 minutos de rigor. Pero 40 y punto. Lo de los 45 quedará para mejor ocasión. Sudor, reflejo, ritmo, automatización, concentración, un, dos, un, dos... ritmo, ritmo.

En 5 minutos (300 segundos pero debería de dejar de hacer esos cálculos porque seguro que eso consume energía y no estamos para despilfarros) llegarán los benditos 40. ¡Ya casi está! ¿quién lo iba a decir? Ahí están los últimos segundos. De repente la idea nos asalta. ¿Se podría seguir? Una breve consulta a las piernas confirma que todavía hay algo de fuerzas. Ay. Vamos allá. Ay, ay. Un, dos, un dos...

Se acabó. 45 minutos. Uno baja aún aturdido pero con una sensación de plenitud y de felicidad desbordada. Los científicos dirán que son las endorfinas esas. Yo creo que lo que ocurre es que con un equipo así y con tan buena preparación es complicado no hacer un buen papel y sentirse contento.


Canción del día / Chanson du jour
El moment que mai surt a les cançons by Mishima on Grooveshark

1 comment:

maguspe said...

Tu hermoso y apasionante relato me ha recordado las palabras de H. Murakami en su libro: De qué hablo cuando hablo de correr.
"El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional"
"Superarse a uno mismo o perder, no hay más opciones. Siempre que escribo una novela larga tengo grabada esa imagen en mi mente".
El deporte practicado a diario es una filosofía de vida.
Y no sólo se practica con la carrera física. Recuerdo a un corredor de fondo, allá en tierras castellanas, llamado Manolo. Nunca se rindió.
Gracias por llevar adelante a este equipo.