Saturday, February 6, 2010

Cinco minutos

El mail era escueto y llegó antes de lo esperado. Con un hilo de voz que apenas disimuló mi estado de agitación interior, se lo dije a mi amigo. Bajamos en silencio y tensos. Los sobres nos esperaban. No lo abrí inmediatamente. Felicité mecánicamente a mi amigo sin esperar sus noticias (en su caso nunca tuve ninguna duda de sus posibilidades) y emprendí el camino de vuelta a la oficina con el sobre en la mano y el estómago ya completamente destruido. Intenté no acelerar el paso. Abrí la puerta de mi oficina y me senté en mi mesa de siempre. Esa mesa que me encontró todas las mañanas del pasado semestre estudiando aquellos malditos apuntes. Recuerdo perfectamente el sobre cerrado con celo. Mi amigo, que estaba allí conmigo sin atreverse a decir nada, me contó después cómo me temblaban las manos al abrirlo. Eso no lo recuerdo. Lo que sí que recuerdo es cómo mis ojos fueron directamente a la sección donde estaba impreso el resultado. Lo debí leer cuatro o cinco veces antes de levantar la vista. "Me quedo, Alan. He pasado". Después, uno de los abrazos más sinceros y emocionados de mi vida y un torbellino de felicidad desbordada e incrédula.
Sólo la tremenda injusticia cometida con una buena amiga empañaría la felicidad de ese día.
Tras demasiado tiempo de noches sin estrellas, permitidme este rayo de exhibicionismo sentimental y de regodeo en cinco minutos que difícilmente olvidaré.

9 comments:

Mia Wallace said...

Te lo mereces. Disfrútalo.

Un beso,

Hank Quinlan said...

No estoy tan seguro de que te lo merezcas. Nuestras habilidades (esas que a tí te sobran) no dependen realmente de nuestra capacidad, sino de las decisiones meditadas o casuales de varias generaciones. En ese sobre iba la inversión en amor de tus padres, la paciencia de tu hermano, la testarudez de tus amigos, y la puntualidad de aquel maquinista.

Ni siquiera creo que el cruce de un esfuerzo colectivo con un mundo aleatorio que te ha puesto en College Park pueda apuntarse el tanto. Lo siento. Yo no creo que te lo merezcas porque sencillamente no creo que merezcas ser más feliz que cualquier otro ser humano que vaga por este planeta, hoy.

Como no merezco ser feliz yo, ni disfrutar y sufrir contigo en ese camino que va del buzón a tu mesa, en ese abrazo explosivo descrito en diez líneas, en la culpable preocupación por la amiga que se quedó en el último salto, que te retrata.

Pero este es el juego. Aunque no lo merezcamos, cerremos por un momento los ojos, y dejémonos llevar por esa dulzona sensación de que todo está en su sitio, y entreveamos las próximas puyas sobre el anacronismo de dedicarse a estudiar historia (¡historia!?!), las próximas palabras sobre qué appetizers compartir en un Jaleo que ya veo cercano, y la próxima discusión sobre quién paga la cuenta, a descontar (¡cómo no!) de un creciente, y cada vez más jugoso, R.

Cuídate.

Emili Morant said...

Álvaro: antes que nada, enhorabuena.

Después, una reflexión que no sé si es demasiado curiosa por mi parte, o quizá demasiado "egocéntrica", puesto que parte de la sospecha (no sé si fundada) de que hemos pasado por cosas parecidas. Desde este lado del océano puede costar de entender cómo alguien de quien lo primero que uno llega a intuir es su brillantez, ve ahora su vida (académica) regida por la clase de preocupaciones a las que probablemente haya sido ajeno durante años: pasar o no el corte, seguir, aprobar, etc.

Se me ocurren un par de explicaciones posibles, "en abstracto", para una situación así. La primera es que no es lo mismo brillar jugando en tercera regional que en primera división: cuando sube el nivel, la presión, el listón, nuestra vivencia de los objetivos cambia, y pasa a ser angustiosa, esforzada, nos hace humildes (y mejores, aunque a un precio emocional que a veces preferiríamos evitar). La segunda es mi versión personal de "El patito feo": somos mejores en unas cosas que otras, y el cambio de hacer unas a otras, o el error de elegir mal qué hacer, puede ser dramático; puestos a seguir el símil deportivo, es como imaginar a Iniesta jugando a baloncesto.

No creo que la narración de tus retos, miedos y logros fuera igual si el campo de juego no fuera Maryland sino tu (mi) muy respetable Universidad de Valencia: por atrevido que suene, considerando que no me he doctorado ni lo haré nunca, hacer un doctorado por aquí parece otra cosa, distinta a lo que tu cuentas. Como mucho, tus crónicas se parecen a lo que sería un doctorado no en "tu" economía, sino en vete a saber qué terreno lejano y desconocido. Como si la clase de economista que eres distara mucho de la clase de Economía que debes aprender allí, y estuvieras pagando el peaje de esa distancia. La amplitud de miras que demostrabas en tu artículo del 17 de enero sirve de bastante poco cuando lo que se te exige es algo distinto: método, matemáticas, rigor. No puedo saberlo más allá de lo que cuentas.

Enhorabuena de nuevo, en cualquier caso. Tu efusiva celebración de la "suficiencia" tiene más valor que la rutinaria "excelencia" de otros tiempos, otros lugares. Oirás menos aplausos, eso sí: te lo dice alguien que olvidó hace tiempo como suenan...

Alvagó said...

@Quinlan: Punto de provocación made in Quinlan y argumentación contundente y hasta con tintes vanparijsianos. ¿Qué quieres que te diga? Pues que tienes mucha razón y que, después de escribir el post "2/2", descubrí que la frase "Lo logré" me dejaba un mal sabor de boca por la injusta individualización del éxito. Se lo dije a mi madre en una conversación que tuvimos y lo sigo pensando, pero la cosa pierde credibilidad cuando se dice a posteriori y respondiendo a tu comentario. Touché again. Lo de las tapas por hablar no plantea problemas. Lo de la cuenta, tampoco. Pagaré yo.

@Emili: Muchas gracias, Emili. No sé hasta qué punto he transmitido una visión ajustada a la realidad de la economía que estudio aquí. El primer año y medio de doctorado es una burbuja difícilmente explicar desde dentro. La perspectiva que uno tiene es más bien nula. En el momento de escribir lo pensaba muy sinceramente lo que decía y, evidentemente, aprobar unos exámenes no me ha hecho cambiar mi punto de vista. Tienes toda la razón en el cambio de perspectiva que implica venirse a un sitio como este. Lo de la humildad que uno gana no es sino una lección de realismo puro y duro que ayuda a ser mucho más consciente de las limitaciones de uno (que siempre son muchas...) y evita caer en una soberbia ridícula que yo creo que pocos (¿nadie?) pueden permitirse. Un fuerte abrazo desde Maryland.

Mia Wallace said...

Quinlan, razón tiene cuando sugiere que ningún ser humano merece ser más feliz que cualquier otro.
Sin embargo, me reitero en el hecho de que lo disfrute.
PS: los beneficios a recolectar de la R siguen creciendo.

Saioa said...

Alvarito!
Me alegro mucho de que te vayan bien las cosas esas que haces (sea lo que sea). Pero quiero decirte, que ya lo sabía. Yo siempre supe que tanto tu hermano como tú, conseguiriais cualquier cosa (sin abusar...).
Bueno, un besito de por aquí.
Y espero que pronto vengas a vernos (en san fermines, por ejemplo) que hace muuucho que no nos vemos.

Alvagó said...

¡Muchas gracias, Saioa! :)

¡Besos yanquis!

PD: Y cuidado con esas invitaciones que es muy probable que en sanfermines ande por España...

oxnex said...

Enhorabuena!!!

El tru nunca dudó de ti! (mejor dicho, de sí mismo, XD)

Un abrazo.

Saioa said...

Oye,¡encantados de que vengas! Pablo dijo que se pasaría por aquí, podéis venir los dos.
Un besito