Friday, November 26, 2010

La petite histoire

Dediquemos un momento de este fin de semana de acción de gracias y de locura consumista (valga la redundancia) para, entre sombrereros locos y misteriosas fundaciones, rescatar un pequeño y olvidado episodio de la historia estadounidense.
1610. La corona inglesa da sus primeros pasos en la colonización de los territorios septentrionales del Nuevo Mundo. Tres navíos se disponen a reunirse con los 105 primeros colonos asentados en Chesapeake Bay y con los 800 que se sumaron a este contingente inicial en 1609. Lo que esta nueva expedición se encuentra no es lo esperado: en el puerto esperan 60 colonos al borde de la extenuación y de la desesperación. Llevan sus pertenencias con ellos y tienen la firme convicción de volverse a su Inglaterra natal. Son los últimos supervivientes de la población inicial. De carácter más aventurero que pragmático, los primeros colonos fueron víctimas de su obsesión por la búsqueda de tesoros y de la severidad de una tierra poco fértil y extremadamente difícil de limpiar de maleza y de otra vegetación que dificultaba enormemente el cultivo. 67 de los primeros 105 colonos murieron de enfermedad, inanición o accidente antes del primer año de asentamiento en la colonia. La dureza de la vida de los colonos también mermó rápidamente al segundo contingente llegado en 1609 hasta dejar a la población total en las sesenta almas que esperaban en el puerto en ese verano de 1610 para volver a su país.
Sigue un debate entre los recién llegados y los sesenta supervivientes. Los primeros tratan por todos los medios de convencer a los segundos de que vale la pena quedarse en esas tierras misteriosas y salvajes. El debate debió de ser largo y complicado. Al final, los colonos decidieron quedarse.
Nunca sabremos si -en caso de que los desanimados colonos hubiesen impuesto su punto de vista y toda la expedición hubiese regresado a Inglaterra- la corona habría intentado enviar nuevos contingentes en los años siguientes. Quizá habría sido así y la historia no habría sido demasiado diferente. Quizá el mensaje de los colonos de vuelta en Inglaterra hubiera sido tan desgarrador y disuasorio que James I hubiera optado por olvidarse un rato de esas tierras hostiles y despobladass y Norteamérica hubiera caído en manos de los españoles (que aún controlaban gran parte del Caribe y eran la potencia hegemónica en centroamércia y sudamérica) o de los holandeses. Puede que entonces el (ya decadente) imperio español hubiera ganado un inesperado impulso dando lugar a un nuevo y sorprendente equilibrio de fuerzas, o que el desarrollo de la economía británica se hubiese visto seriamente obstaculizado al limitarse la oferta de algodón americano para los hogares y fábricas inglesas... Pura especulación, ciertamente, pero me gusta pensar que ese debate entre 60 colonos y unos recién llegados tuvo un rol importante en el devenir de las colonias norteamericanas, de los Estados Unidos y, por ende, del mundo tal y como lo conocemos hoy en día. Quizá un pequeño ejemplo de la relevancia de las acciones de "aquellos que no pudieron depositar una sola gota de tinta en las páginas de la historia"...

Actualización (27 de noviembre de 2010): En un comentario de lectura imprescindible (el primero a esta entrada) Quinlan describe magistralmente lo que esta entrada pretendía transmitir.

Canción del día / Chanson du jour
Chapelier Fou - Les Métamorphoses Du Vide by Topete

4 comments:

Hank Quinlan said...

Es una bonita historia (story), que no conocía. A mí me interesa no por la historia (history) ficción que se puede hacer a partir de ella, sino por la escena en sí. Un puñado de tipos malolientes debatiendo sobre el frío, las enfermedades, o las alimañas, sin prestar atención al poder, y la dominación del planeta, que les tienta al otro lado de las montañas, y de aquel invierno.

Es una metáfora de la condición humana: la gloria es a veces irrelevante frente a un plato caliente de lentejas, porque el velo de la ignorancia impide contemplar el esplendor que la fortuna te reserva a ti o a tus descendientes.

Un historiador ve en esta anécdota las potenciales consecuencias para el planeta si el granjero Brown hubiera tenido las agallas suficientes como para convencer al resto de colonos de la ruindad de aquellos interminables pantanos, y regresar a Londres.

Un policía de fronteras como yo ve a ese mismo granjero, y piensa que su futuro, y el nuestro, ya estaba marcado en esta partida: Brown era sin saberlo un agente de la mismísima reina Anne. Lo que realmente temía no era el invierno de New England, sino el hambre, la pobreza, y la muerte, que le esperaban a su vuelta, meticulosamente planificados, a cambio de un imperio, por la misma reina.

Alvagó said...

Quinlan: has escrito en un comentario lo que yo hubiese querido escribir como entrada. Tal cual. Me doy cuenta de que escribí poseído por un espíritu de policía de fronteras más que por el de un historiador (que además comete la herejía de adentrarse en metahistorias-ciencias ficciones facilonas o simplemente inverosímiles e insultantes para el especialista). En algún momento, sin embargo, no supe o no pude dar el enfoque me pedía el cuerpo. Tu comentario lo ha hecho.
Reprimo mis ganas de borrar la entrada y pegar tu comentario en su lugar y procedo a añadir una actualización...

Un abrazo enorme.

Julio said...

Mas de lo mismo pero más abajo:

Recientemente me asomo a la obra de Paulo Prado, "Retrato de Brasil". Es más ensayística que "rigurosa", supongo, pero plantea algunas de las cosas que creo complementan las ideas que se plasman en tu nota y el comment de Quinlan: Si las lentejas hoy pueden más que la gloria mañana, ¿Por qué el debate lo ganaron los de "Nos Quedamos"?

Paulo Prado, con cierto pesimismo, plantea que la virginidad de un territorio Nuevo (el equivalente en nuestros días de Gliese 581g), impulsaría a los primeros colonos hacia el aventurerismo (pulsión abisal?), movidos principalmente por la lujuria y la codicia: indias y oro, y la conciencia de que "no hay pecado al sur del Ecuador". La confrontación de las utopías de Eldorado y similares con la cruda realidad, acabará estableciendo "la melancolía" como caracter esencial del brasileiro...
Ya dije, una teoría un poco demencial, pero interesante en algunos aspectos.

Hace pensar en aquellas intuiciones que Bolaño pone en boca de sus personajes parisinos:

Mi experiencia, entre otras mil cosas, me hace pensar que tras la puerilidad de los norteamericanos a veces se esconde algo que los europeos no podemos o no queremos entender.

Mia Wallace said...

Alvagó,
curiosa historia (de la que no tenía ni idea). Ese miedo, el del granjero Brown, que sigue presente no solo en las frontera con México.

Besos,