"[La] impenetrabilidad popular a los principios elementales de la economía es síntoma del fracaso didáctico de los economistas españoles. (...). Los economistas han sido malos profesores o malos divulgadores de las ideas económicas; o, también, por qué no decirlo, malos economistas".
Gabriel Tortella, El desarrollo de la España contemporánea
Una explicación teóricaImaginemos un país compuesto de dos regiones: New York y Virginia (ya se puede imaginar
de qué clases he sacado el ejemplo) y que cada región cuenta con un solo acre de tierra. Para simplificar aún más las cosas, imaginemos que solo pueden producirse dos bienes: trigo (
wheat) y tabaco. Como este blog no es políticamente correcto, también imaginaremos que la producción de los dos bienes es necesaria: el trigo para comer y el tabaco para disfrutarlo en los momentos de ocio (decididamente esto es muy políticamente incorrecto). Dado que New York y Virginia difieren en la calidad del acre de tierra del que disponen y en el clima, sus posibilidades de producción son diferentes. La siguiente tabla muestra lo que Virginia o New York pueden producir si dedican el acre de tierra
solo a uno de los dos productos que pueden producir:
La tabla nos dice que, si por ejemplo tomamos el ejemplo de New York, la región tiene la opción de producir 8
bushels de trigo en su acre de tierra o 1 barril de tabaco.
Podemos comprobar que Virginia tiene una ventaja absoluta en la producción de trigo y tabaco: su mejor tierra y/o clima le permite producir más trigo y más tabaco. ¿Significa esto que no hay posibilidades de establecer relaciones comerciales mutuamente beneficiosas para las dos regiones? Veremos que no.
Antes de demostrar cómo el principio de las ventajas comparativas y el comercio puede beneficiar a los regiones, me gustaría introducir un concepto del que
ya hablamos en otra ocasión: el coste de oportunidad. Dado que Virginia puede producir 10 bushels de trigo o 5 barriles de tabaco en su acre de tierra, parece claro que por cada
bushel de trigo que produce está renunciando a la producción de 1/2 barril de tabaco. Empleando la jerga económica: el coste de oportunidad de producir 1 bushel de trigo es 1/2 barril de tabaco. Del mismo modo, por cada barril de tabaco que Virginia produce el coste de oportunidad es 2
bushels de trigo. Siguiendo la misma lógica para New York, obtenemos la siguiente tabla con los costes de oportunidad para las dos regiones:
Ahora imaginemos que las dos regiones viven en autarquía y que dedican la mitad de su tierra a la producción de trigo y la otra mitad a la producción de tabaco. Basándonos en la primera tabla es fácil comprobar que la producción resultante para cada región será la siguiente:
Ahora imaginemos que cada región se especializa en el producto para el cual el coste de oportunidad es menor. O sea: Virginia se especializa en la producción de tabaco y New York en la de trigo. Para hacer los resultados más comparables, haremos que Virginia se limite a producir la misma cantidad de tabaco total que la economía autárquica era capaz de producri (3 barriles). Si Virginia produce 3 barriles de tabaco y el coste de oportunidad de producir un barril de tabaco en Virginia son 2 bushels de trigo, Virginia sufre un coste de oportunidad de 6 bushels de trigo (2x3) cuando produce los 3 barriles de tabaco. Dado que el acre de Virginia podía producir hasta 10
bushels de trigo, el hecho de dedicar una parte de la tierra a producir 3 barriles de tabaco (con su correspondiente coste de oportunidad de 6 bushels de trigo) quiere decir que el resto de la tierra puede producir hasta 4
bushels de trigo (10-6=4). Si New York se especializa totalmente en la producción de trigo, la producción total en la economía será:
El lector puede observar que la economía ahora produce la misma cantidad de tabaco pero más cantidad de trigo. Todo esto ocurre sin haber variado la cantidad de tierra disponible. Es el "milagro" del mercado y de las ventajas del comercio. La producción ahora es más eficiente porque cada región tiende a especializarse en la producción del bien en el que es más eficiente (en otras palabras, el bien para el que el coste de oportunidad es menor). Esta teoría básica en Economía fue enunciada por
David Ricardo en sus Principios de Economía a principios del siglo XIX. El comercio para ser beneficioso no necesita ventajas absolutas sino comparativas: cada región se beneficia si produce el bien para el que tiene una ventaja comparativa (menor coste de oportunidad).
La teoría tienen la virtud de mostrar por qué el mercado puede contribuir a la eficiencia y al aumento del bienestar de la población. Nuestro ejemplo resume de manera muy sencilla el proceso que las colonias americanas siguieron en los siglos XVII y XVIII para
sobreponerse a los difíciles comienzos. La producción según el principio de las ventajas comparativas también es responsable de parte del aumento de la producción en nuestras economías.
Una aplicación práctica en un Farmers Market de College Park en una mañana de domingo cualquieraHasta aquí la parte didáctica del economista que intenta demostrar las indiscutibles virtudes del mercado o del comercio a la hora de organizar la producción. Si llevamos la teoría al extremo, podríamos pensar que iniciativas como las de las
AMAP en Francia son absurdas: ¿por qué limitarse a consumir productos locales si podría ser más eficiente consumir las frutas y verduras producidas allá donde los costes de oportunidad sean menores? Además restringirse a los productos de los alrededores podría suponer un empobrecimiento notable de la dieta dado que nada nos asegure que la tierra de nuestra comarca sea capaz de producir todos los nutrientes que necesitamos para nuestra dieta diaria. La crítica tiene algo de cierto y podría ser un corolario de la teoría que hemos explicado. Sin embargo no deberíamos olvidar que en ocasiones los alimentos que consumimos no internalizan todos los costes que implica traerlos desde Nueva Zelanda o producirlos con pesticidas que atacan la biodiversidad o envenenan las aguas. Son las famosas externalidades (negativas). Si se tuviesen en cuenta, quizá consumir local no sería tan irracional. Por otra parte, la mejora en las técnicas de cultivo permite extender la gama de productos que cada tierra puede producir. En el Farmers Market de College Park esta mañana he podido comprar col verde, manzanas, zanahorias, berenjenas, calabacín y peras cultivadas en los alrededores de mi pueblo. En el caso de los pomelos, tomates y brócoli ha habido que recurrir a otras partes del mercado estadounidense. Quizá este sea un compromiso intermedio interesante: consumir local en la medida de lo posible pero sin renunciar a ciertas de las ventajas que ofrece una división de la producción.
No olvidemos, sin embargo, que quizá unos precios perfectos (que reflejen todos los costes de transporte y todo lo que se quiera pero que no incluya subvenciones) quizá implicaría que todas nuestras frutas y verduras tendrían que venir de países en vías de desarrollo....