Tuesday, August 10, 2010

Diarios de aeropuerto (II)

* Llegada a Charles de Gaulle. Mirada casual y descuidada a una pantalla con la salida de los trenes y ojos que recaen en la ciudad inevitable. Me veo obligado a poner a Beirut durante unos cuantos minutos.



* Los controles de seguridad de los aeropuertos siempre me sumen en un peculiar estado de perplejidad y reflexión. Mientras, descalzo y libre de monedas, llaves y demás objetos "peligrosos" paso bajo el arco de seguridad, pienso en el terrorista que hace poco más de un año montó en un avión en Detroit con explosivos adosados al cuerpo. También me sorprendo agradecido porque la administración estadounidense aún no haya instalado máquinas que pitan (o peor: explotan) cuando se pasa el libro de Galeano que siempre trato de llevar conmigo.

* El agua embotellada de medio litro cuesta 2.10€ en una de las tiendas de la terminal donde espero mi vuelo. Tras comprobar que el producto no parece incluir pepitas de oro o algo por el estilo en su interior, camino hacia otra tienda que hay a pocos pasos. Mismo precio (de nuevo sin oro en el interior). ¿Triunfo del modelo de competencia perfecta? Me paseo a lo largo de la terminal y compruebo que que sólo esas dos tiendas venden agua. ¿Triunfo de la teoría de competencia imperfecta y, más concretamente, del duopolio? En mi tozudez aburrida, sigo paseando y descubro dos máquinas expendedoras en cada uno de los extremos de la terminal. El medio litro cuesta esta vez 2€. Mientras bebo el agua decido atribuir el premio al modelo de Hotelling y me doy cuenta de que he pagado 2€ por medio litro de agua... sin oro ni nada. Merde.

*Antes de embarcar en el avión que me llevará rumbo a Washington DC siento unas ganas enormes de readaptar uno de los cantos tribales más populares de mi verano y entrar en el avión mientras salto y canto "Yo soy europeo, europeo, europeo..." No lo hago. Me dirijo convencionalmente a la puerta que me llevará de vuelta a Maryland.

* Un vuelo de 8 horas da para mucho. Decido saldar las deudas cinematográficas más vulgares y me pongo Avatar. Cuando los dos protagonistas ceden a las fuerzas del destino y, envueltos en una atmósfera mágica, acercan lentamente sus cabezas para besarse por primera vez, la película es interrumpida por un mensaje de Air France para anunciar que los productos duty free están disponibles. Por un momento llegué a pensar que Hollywood exageraba insertando publicidad en los momentos "clave". Espero no estar dando ideas peligrosas.

* Quinlan tiene razón: en breve las entradas se verán reducidas a la mínima expresión. Una lástima. O tal vez no.



I Fed My Metal Bird... [again]:

3 comments:

Leire said...

No queremos mínima expresión, queremos que te explayes como en las últimas. Pero si no tienes tiempo ni para pequeños placeres como escribir entradas, lo sentimos mucho. ¡Un beso a las américas! Que sea, no leve sino fructífero el doctorado.

Hank Quinlan said...

Siempre nos quedará Gracián...

Mia Wallace said...

Lamentaremos irremediablemente el silencio. Aunque nos alegraremos de saberte vivo al otro lado del atlántico, aunque sea con esa mínima expresión.
Bienvenido a Maryland!!!