La econometría y la economía cuantitativa son herramientas y metodologías tremendamente útiles y válidas cuando se tienen las ideas adecuadas en mente y se sabe lo que se quiere contrastar, medir, maximizar o modelar. El problema viene cuando uno tiene la sospecha de estar preocupándose por ajustar al milímetro el retrovisor mientras el coche se dirige a 200 km/h contra un muro.
La ventaja de estar rodeado de gente tremendamente inteligente, estimulante y culta es que es complicado no acabar por hacerse muchas preguntas sobre lo que nos rodea. Pablo, una de estas personas (y uno de los que más aprecio y admiro) me regaló hace poco el último libro de Carlos Taibo:
Su crisis y la nuestra.El libro no lleva a engaño al lector dado que el subtítulo es toda una declaración de intenciones: "Un panfleto sobre decrecimiento, tragedias y farsas". En efecto, el librito adopta un tono orgullosamente panfletario que sirve para presentar ideas generales de manera muy clara pero que no evitará la denuncia por parte del escéptico o del intelectual riguroso y deseoso de respuestas a preguntas y ambigüedades para las que esta obra no pretende aportar una respuesta. Volveremos a ello en varias ocasiones.
Taibo considera que la crisis actual tiene una triple dimensión: cambio climático, agotamiento de las energías tradicionales y expolio de los recursos materiales y humanos de los países pobres. A la hora de exponer los problemas y abordar las soluciones Carlos Taibo se erige en uno de los principales (¿primeros?)
portavoces del decrecimiento en España.
Grosso modo (muy
grosso modo), el decrecimiento plantea la necesidad de desarrollar un modo de vida menos consumista y materialista que resulte en una disminución de la huella ecológica occidental y que promueva un nuevo tipo de sociedad en la que los
valores post-materiales y relacionales tengan más oportunidades de desarrollo y adopten un rol más importante. Todo ello lleva, por supuesto, a
cuestionar radicalmente la idea de crecimiento económico tal y como es entendido comúnmente. La idea es ciertamente controvertida y necesita mucho debate y reflexión para evitar caer en ataques caricaturescos. Difamar y ridiculizar resulta en ocasiones demasiado fácil. Lo trágico de la descalificación y la burla a la ligera es que se impide el desarrollo de un debate sereno e informado. En este sentido, se agradece el esfuerzo de Taibo por puntualizar algunos malentendidos que suelen generarse en torno al decrecimiento: la idea
no niega la mejora material a los países en vías de desarrollo ni
tampoco a los pobres de los países desarrollados. Estas puntualizaciones son más que bienvenidas porque, hasta la fecha, apenas había encontrado libros serios sobre el tema en español (me familiaricé con la idea del decrecimiento durante mi estancia en Francia, país en el la idea ya goza de una cierta tradición y tiene figuras con cierta reputación como el economista y filósofo
Serge Latouche). En España sólo tenía constancia de la traducción de una obra colectiva francesa titulado
Objetivo decrecimiento. Afortunadamente, la lectura del libro de Taibo me ha permitido descubrir que el autor también ha publicado hace poco una obra titulada
En defensa del decrecimiento. Parece, pues que, aunque sea lentamente, la idea empieza a disponer de cierta difusión en nuestro país.
¿Qué pretende Taibo con su obra? Si la disyuntiva de Castoriadis hace algunas décadas era "socialismo o barbarie", Carlos Taibo bien podría gritar hoy en día "decrecimiento o barbarie". En efecto, tal y como avanzaron Ival Illich o André Gorz en su momento, nuestras opciones bien podrían ser la de una
ecodemocracia elegida o un ecofascismo forzado por la deriva de nuestras sociedades occidentales. El problema, claro, viene a la hora de definir los conceptos y establecer
el programa y las medidas que nos lleven al decrecimiento. Los partidos de izquierdas españoles mayoritarios son descartados por Taibo como posibles abanderados del proyecto. PSOE e IU son presentados como portadores, en el "mejor" de los casos, de un proyecto socialdemocráta incapaz de integrar el imperativo ecológico y político decrecimentalista (caso de IU) o, simplemente, de haber abandonado sus pretendidas raíces socialdemócratas al aceptar la lógica de la nebulosa ideología neoliberal (caso del PSOE). Los nacionalismos periféricos (ERC o BNG) no salen mejor parados. En el caso de los sindicatos mayoritarios el panorama tampoco es halagüeño según Taibo. La dependencia de la financiación pública y su conversión en megaestructuras burocráticas dedicadas a velar por los intereses de los trabajadores afiliados y más estables (y marginando a aquellos en situación más precaria) llevan al politólogo a descartarlos como eventuales agentes del cambio. Así las cosas, el proyecto decrecimentalista defendido en el libro se caracteriza por congeniar con el ideario libertario y por ser netamente anticapitalista, autogestionario y antipatriarcal. Su desarrollo se confia a lo que Taibo llama "la izquierda social". Ésta se define como "toda aquella izquierda que, desde el arraigo del trabajo de base, no asume la forma de partidos y no compla la concurrencia a elecciones". El propio autor reconoce lo ecléctico de esta categoría. En ella se cuentan asociaciones de vecinos y movimientos ecologistas, grupos feministas y pacifistas, cristianos de base, sindicatos alternativos, organizaciones de autoconsumo, centros sociales
okupados... Repitamos lo dicho anteriormente: el escéptico o el lector interesado en detalles sobre la
praxis autogestionaria y la propiedad pública socializada, no encontrará en este libro respuestas a la mayoría de preguntas -tanto teóricas como prácticas- que a buen seguro le asaltarán. Este punto es particularmente importante porque los defensores de la autogestión o de las microsociedades decrecentistas deben hacer frente a una
poderosa literatura económica que apuesta abiertamente por las virtudes del libre comercio o, más importante aún, a una
evidencia histórica que identifica la apertura comercial como un factor necesario (si bien no suficiente) para la prosperidad de las regiones o a
estimulantes y eruditos ensayos que presentan una interacción fundamental entre apertura comercial y estabilidad del sistema político democrático que asegura la supervivencia de ambos. Tema increíblemente vasto y complejo que abruma sólo de pensarlo. Pasaré página dejando al lector con la miel en los labios pero también con algunas armas sugeridas en los enlaces anteriores para, si así se desea, empezar a abrirse paso en una jungla intelectual tan densa como rica y extensa.
También resulta interesante la crítica a los partidos políticos de izquierdas. Taibo usa a menudo el despectivo "fuerzas 'atrapalotodo'" para denunciar la deriva del PSOE o del BNG en su pérdida de identidad para aglutinar el máximo apoyo electoral. La situación remite inevitablemente a la
teoría económica de la democracia de Anthony Downs por la que los partidos políticos en democracia tienen poderosos incentivos a situarse en el centro del espectro político para aglutinar el máximo apoyo posible por parte de los votantes. ¿Quiere esto decir que las infalibles fuerzas downsianas incapacitan a nuestras democracias representativas para desarrollar el proyecto presentado por el autor? Los proyectos autogestionarios o decrecimentalistas suelen expresar simpatías por "microsociedades", la minimización del centralismo político y la potenciación de la democracia directa. Aunque no faltan voces que se aventuran a señalar un
resurgimiento de la democracia directa en nuestras sociedades, la cuestión parece cuanto menos abierta a muchos interrogantes tanto teóricos como prácticos. Taibo tampoco da pistas del modelo político que tiene en mente. De nuevo nos chocamos con los límites del panfleto.
Mi situación personal me exige una cierta contención a la hora de dispersarme demasiado en lo que a temas, preguntas y polémicas académicas se refiere. Durante los próximos tres años debo pagar el peaje de la tesis y de la especialización en Historia Económica porque yo mismo he elegido la autopista de Maryland. Al lector que tenga un poco más de tiempo y voluntad de replantearse ciertas cuestiones sobre nuestro rumbo -aunque sea para desmontar punto por punto el ideario "decrecentista"- el libro de Taibo no le será indiferente. Se le podrá acusar de muchas cosas, pero el bueno de Taibo habla muy claro y, desde mi punto de vista, lo hace de manera muy honesta y poniendo asuntos inmensamente serios encima de la mesa.