Allá donde algunos ven simplemente un paso hacia la maximización de los ingresos futuros, yo creo que el doctorado es una etapa de la que disfrutamos algunos privilegiados para aumentar nuestra capacidad de comprensión del mundo que nos rodea. La tarea puede resultar tan estimulante como penosa.
La pasión de la denuncia marxista en ocasiones debe inclinarse ante la cruda evidencia empírica o el poderoso desafío planteado por el individualismo metodológico. El artículo más sofisticado en economía debe hacer frente a las inevitables críticas sobre tal o cual hipótesis o sobre la parcialidad de la visión que ofrece. Los requisitos técnicos de algún modelo pueden exigir una paciencia y una dedicación inmensos. El científico social debe enfrentarse a un complejo entramado de relaciones entre disciplinas, de luchas entre visiones y metodologías opuestas, requisitos técnicos cada vez más complejos e incluso resultados contradictorios o manipulados interesadamente. Todo ello obliga a ser extremadamente cauto y modesto en las pretensiones que uno asume.
Además de todo lo anterior, la amplitud de miras en el análisis a menudo parece reñida con la especialización que requiere la obtención de resultados elegantes y rigurosamente fundamentados. Comprender hasta qué punto nuestra percepción de la realidad reposa en una visión particular exige un punto de valor y de honestidad cuando esta visión debe enfrentarse a rivales que pueden estar sorprendentemente bien armados.
Me encuentro en un momento en que la enorme ignorancia que descubro en mí y la complejidad que acabo de esbozar me resultan muy estimulantes. Mis lecturas en Historia me abren un mundo nuevo en el que tengo todo por aprender. Las clases empíricas poco a poco van proporcionando una base cuantitativa un poco más sólida (algo fácil dada mi tradicional torpeza en el campo) y la sensación de estabilidad en Maryland ayuda a concentrarse un poco más en el desafío de aprender en lugar del desafío de "sobrevivir" en el programa. Los compañeros que me rodean me enseñan multitud de cosas y me recuerdan constantemente por qué nunca debo caer en la estupidez de la soberbia o de la autocomplacencia.
Por desgracia las cosas no siempre son tan fáciles: en ocasiones la complejidad y la dificultad a las que hay que hacer frente son una losa demasiado pesada y es difícil no dejarse abrumar por las circunstancias y el sentimiento de ignorancia total. Otras veces, el mero estrés de un programa de doctorado gestionado por algunos profesores excesivamente sádicos o inconscientes -y mis compañeros macroeconomistas en este momento saben bien de lo que hablo- convierte el trabajo en una carrera contrarreloj en la que es más bien imposible experimentar algo parecido al disfrute del aprendizaje. Quizá por todo ello he decidido escribir algo en este momento: no os merecéis que sólo dé señales de vida en el blog cuando soy un estudiante frustrado, agobiado o miedoso de sus innumerables lagunas. Quizá lo dicho también pueda ayudar a los compañeros que atraviesan alguna de esas etapas más oscuras al recordarles que también hay momentos en los que uno es capaz de vivir con ilusión nuestras inevitables limitaciones y que incluso estas limitaciones pueden constituir un estímulo para seguir en esta aventura en la que nos hemos embarcado para el resto de nuestras vidas. Ánimo.
Intolerancias
2 months ago
3 comments:
Sólo sé que no sé nada; y esto cabalmente me distingue de los demás filósofos, que creen saberlo todo.
And so on.
Me encanta que haya en el mundo gente culta que escribe para deleite de los demás. "Algún día seré alguien que esté orgullosa de ser una mujer pequeña" me digo a mí misma todos los días con la mirada perdida en el horizonte. (Los grandes hombres hablan sobre ideas, los hombres promedio hablan sobre cosas, y los hombres pequeños hablan... sobre otros hombres.) Gracias por regalarnos reflexiones tan interesantes e instructivas, por ayudarnos a ser un poquito más felices.
Muchas felicidades y un beso terrible. Que disfrutes del gimnasio, de las clases, de los libros, de los amigos... de la vida.
Gracias a Álvaro, por las palabras.
Amén, a las palabras de Sócrates.
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