* Las corridas de toros deben mantenerse porque forman parte de la tradición de España. Este argumento fue esgrimido por la presidenta del PP de Cataluña Alicia Sánchez Camacho para explicar el apoyo de su partido a la abolición de las corridas en Canarias. Sánchez Camacho declaró que la medida canaria era justificable porque "allí no había tradición". Evocar la tradición como justificación para las corridas es un argumento extremadamente débil y vulnerable. Tradicionalmente, la pena de muerte formó parte del código penal español. Dentro de esta insostenible práctica, el garrote vil se constituyó entre 1820 y 1978 como una de las más macabras e insultantes tradiciones españolas en el ajusticiamiento de presos. Ahorraré gastar tiempo y esfuerzo en explicar hasta qué punto está justificada la abolición de semejantes tradiciones. Si bien pueden existir elegantes argumentos intelectuales -con tintes algo hayekianos- para justificar ciertas tradiciones a través de una funcionalidad evolutiva (en otras palabras: la tradición puede reflejar instituciones que se han mostrado eficaces a lo largo del tiempo para hacer frente a determinados problemas), creo que es evidente que la tradición per se no inmuniza a ninguna práctica social. Las corridas de toros no pueden, pues, defenderse por el mero hecho de formar parte de la tradición española.
* Las personas en contra de las corridas sólo piensan en los animales y se olvidan de los derechos de las personas. En esta línea, Dolors Montserrat, portavoz del PP de Cataluña criticó a los animalistas porque "no piensan en el tema del aborto" y "sí en los animales". Este argumento tampoco resiste un análisis mínimamente serio. Estar en contra o a favor de las corridas no es incompatible con tener un papel activo en otros debates y campañas relacionadas con los derechos humanos, el aborto o la salvación de las ballenas. Mientras no se establezca una (a mí modo de ver imposible) relación entre el llamado movimiento animalista y el activismo en otras cuestiones sociales, este argumento carece de validez.
* La prohibición de las corridas es un ataque a la libertad. En este sentido, el llamado Manifiesto de la Mercé reza en su alegato en favor de las corridas que "cada vez que la libertad de alguien se ve negada o limitada la libertad de todos pierde peso". El president de la Generalitat José Montilla manifestó lo siguiente poco después de la votación que prohibió las corridas en Cataluña: "Creo en la libertad, por eso voté en contra de la prohibición". Empecemos por el argumento más grosero para intentar demostrar la poca consistencia de este argumento pretendidamente "libertario": los partidos políticos en España hacen un uso extensivo de la prohibición en asuntos como el consumo de drogas (al margen del alcohol y el tabaco), la posibilidad de pasear desnudos por la ciudad o la posibilidad de circular a más de 120 km/h en las autopistas. Sería interesante que Montilla se manifestase en contra de alguna de estas prohibiciones (especialmente en lo de las drogas desde mi punto de vista). Hilemos más fino aún: incluso las teorías filosóficas más preocupadas por la libertad reconocen la necesidad de establecer ciertos límites (o prohibiciones) en las relaciones sociales precisamente para proteger dicha libertad. Los libertarios -adalides por excelencia de la libertad negativa- defienden los derechos de propiedad con un vigor que casi podría calificarse de fervor religioso. Ello implica que en un orden libertario ideal, debe existir la prohibición de atentar contra lo que alguien ha adquirido en una transacción voluntaria. El liberalismo igualitario de Rawls, por su parte, establece en su primer principio de la justicia que "Cada persona debe tener un derecho igual al esquema más extenso de libertades básicas que sea compatible con un esquema semejante de libertades para los demás" (las cursivas son mías). Dicho de otro modo, tanto libertarios como liberales igualitarios rawlsianos aceptan la necesidad de restringir la cantidad de comportamientos aceptables en una sociedad libre (ya sea para respetar los derechos de propiedad o para garantizar libertades que sean extensibles a todo el mundo). La prohibición, al margen de ser un instrumentos ampliamente aceptado en nuestros estados contemporáneos, no está necesariamente reñida con la libertad. Las afirmaciones de Montilla y del Manifiesto de la Mercé quedan reducidos a poco menos que demagogia.
* La prohibición de las corridas es pura demagogia porque no se aborda la prohibición de otras fiestas igualmente crueles con los toros como, por ejemplo, els correbous. Aunque comparto la lógica de este argumento, no creo que este razonamiento sea suficiente para desvirtuar la prohibición de las corridas de toros. Si aceptamos que tanto las corridas como los correbous son actos que deben desaparecer, empezar por las corridas es un paso en la buena dirección. Quizá incluso puede argumentarse que un proceso gradual que acabe primero con las corridas y luego, en el medio/largo plazo, con los correbous puede ser más factible y efectivo.
Por lo tanto ni la tradición, ni la pretendida despreocupación de los animalistas por otros asuntos sociales, ni la preocupación por la libertad frente a la "prohibición", ni un supuesto carácter parcial de la propuesta ofrecen vías prometedoras para combatir la ILP que ha acabado en la prohibición de las corridas en Cataluña. ¿Cuál debe, pues, ser el centro del debate? En mi opinión, la objeción o el tema más interesante en este asunto es el siguiente:
* Los toros, en tanto en cuanto no son seres humanos, no pueden ser titulares de derechos y, más generalmente, no deben entrar en nuestras consideraciones morales. He aquí la pregunta fundamental para la que no tengo una respuesta definitiva ni pretendidamente demoledora. La llamada postura "pro-taurina" en este punto se deja entrever cuando, por ejemplo, David Pérez, portavoz del PSC, declara que "Esta [la corrida de toros] es una tradición respetable y que no hace daño a nadie" (el subrayado es mío). Los toros son equiparados a "nadie". Son "algo" cuyo sufrimiento no debe ser tenido en cuenta. En cierto modo, los argumentos analizados anteriormente también asumen implícitamente este razonamiento: se defiende la libertad frente a la prohibición porque no hay nada de malo en atentar contra los toros, se esgrime la tradición porque no se considera que se esté realizando un acto moralmente objetable como la pena de muerte... el problema es que, como hemos visto, se desplaza el centro de atención hacia cuestiones secundarias y no se aborda directamente el único punto que, a mi modo de ver, se discute con esta propuesta: ¿hay algo intrínsecamente injusto o malo en las corridas?
Personalmente, me inclino por la postura en favor de los derechos de los animales. Creo que no es justo infligir un daño injustificado a los animales y que provocarles la muerte por deleite personal o gastronómico no está justificado. Por desgracia, la cuestión no es tan sencilla y soy consciente de que los argumentos contrarios son poderosos y merecen una atención mucho más detallada de la que puedo ofrecer aquí. Como dije al principio, mi único objetivo con esta entrada era centrar el debate sobre las corridas en el único punto al que le encuentro consistencia e interés: la justicia de las corridas a partir del debate en torno a los derechos de los animales (en este caso los toros) y la pertinencia de incluirlos en las consideraciones morales por las que se rigen nuestras sociedades.
Aunque Peter Singer y su Liberación Animal sería una de las opciones más lógicas para concluir, he escogido una cita de Robert Nozick (persona poco sospechosa de descuidar la importancia de la libertad, por cierto) para acabar. El texto está extraído de Anarchy, State and Utopia (extracto disponible en francés aquí):
"Los animales importan. Ciertos animales superiores [sic.] al menos deberían recibir alguna consideración en las deliberaciones humanas sobre lo que conviene hacer. Esto es difícil de probar. También es difícil probar que las personas importan. (...). Si, quizá para seguir el ritmo de cierta canción, tuviera ganas de chascar los dedos y supiera que, por alguna extraña razón de causa-efecto, el hecho de chascar sus dedos provocaría una muerte dolorosa, o incluso sin sufrimiento, a 10 000 vacas felices que no le pertenecen, ¿sería esto un problema? ¿Habría alguna razón por la que sería moralmente condenable actuar de tal modo?"
16 comments:
No estoy de acuerdo en que el argumento de Montilla sea demagogia. Supongo que entenderás como necesarias la existencia de ciertas prohibiciones y supongo que verás como inadecuada la existencia (o posible creación) de otras. Y supongo que esto último lo defenderás diciendo que más vale educar que prohibir y que no hay que limitar la libertad.
Por tanto yo creo que todos tenemos una línea que separa lo que debe ser prohibido de lo que no. Dónde está esa línea es una cuestión subjetiva. Para Montilla, Llamazares y muchos otros, los toros caen a un lado de la línea. Para la mayoría del Parlamento catalán, caen al otro lado.
Por tanto, me parece que es un argumento perfectamente consistente.
En cualquier caso, estoy totalmente de acuerdo contigo en cuál es el quid de la cuestión, y que es fundamental evaluarlo para situarlo a un lado u otro de la línea.
Por cierto, que todo esto de prohibir o no prohibir, está muy de moda ahora con el tema del burka, ley anti-tabaco, ...
Estoy de acuerdo contigo, Martín. Pero de nuevo, y retomando tus palabras, todo se reduce a la cuestión de dónde poner "la línea de lo que debe ser prohibido y lo que no". O sea: de nuevo estamos en un debate sobre lo que está bien y lo que está mal. Esto lo veo más cercano al último argumento que al que Montilla expuso de manera un tanto general y, a mi modo de ver, demagógica.
En todo caso, reconozco que quizá llevo el argumento sobre la libertad y la prohibición a terrenos muy generales y abstractos.
Estoy totalmente de acuerdo con Álvaro (so-called "punky de guante blanco to bien posicionao" por alguna mente amiga preclara).
Me molesta profundamente el uso torticero de la "defensa de la libertad" que acertadamente has criticado. El PP directamente insulta nuestra inteligencia al introducir machaconamente sus analogías con el aborto en paralelo a una supuesta defensa de la libertad --que si se desnuda de retórica no es más que un españolismo nacionalcatólico revenido, el de los amos del corral.
Me voy a callar. Tu post es cojonudo y no puedo añadir nada, sólo tomar nota.
Salut
Señor economista, usa usted frases verdaderamente interesantes para revatir argumentos. Pese a que la entrada me parece muy buena, sigo pensando que dos horas y cuarto de sufrimiento en la plaza en la que yo sólo veo encierros es algo innecesario. Gracias por sus palabras
PD: El acertijo sigue sin solución
Estimado Álvaro: en primer lugar y, ante todo, la enhorabuena por la entrada. Muy buena. No voy a entrar en consideraciones políticas (sensu stricto, y que la mayoría no se sostienen) ni en si el nacionalismo catalán está detrás de todo ello, ni en la cuestión de la limitación mayor o menor de la libertad individual por parte de las instituciones del Estado (sea el central, el autonómico o el que sea). En el transfondo de la cuestión subyace una problemática, como bien dices, ética y antropológica. Has tocado mi campo de estudio y de enseñanza. Mi comentario podría hacerse desmedidamente largo (y ante ello, me surgen las tentaciones de ni empezarlo).
Sólo voy a lo que considero una cuestión central: la mentalidad llamada “animalista”. El que yo no comulgue con algunos de sus postulados no significa en absoluto la aceptación indiscriminada e injustificada del sufrimiento de los animales. En lo que respecta a las corridas, no he ido nunca ni pienso ir. Conociéndome, me pasaría el tiempo sufriendo por el torero y por el toro; y puestos a condenar todo sufrimiento innecesario, también me ahorro el mío. Detrás del “animalismo” hay premisas que no comparto y que considero tremendamente ideologizadas y que nos llevan por un camino equivocado. En el fondo, detrás de todo hay un auténtico debate sobre la identidad de la persona humana. No entiendo ni comparto el interés por equiparar radicalmente hombre y animal (por muy cercano en la escala biológica que se encuentre éste del primero). Se dice que el hombre (el narcisismo de la especie) ha realizado una discriminación entre él mismo y los demás animales, considerándose superior a ellos, sacralizando la vida humana, y reservándose los derechos que niega a los demás animales, porque no pertenecen a la especie “homo sapiens sapiens” Por tanto, hay que borrar dicha “discriminación” y considerar nuestra especie como una especie más. No es lugar para rebatir esta afirmación en lo que considero que está equivocada. Al equipararlas, se sitúa el sufrimiento sensible como único canon de valoración de la norma moral. No obstante, personalmente se me plantean muchas preguntas: ¿Quién juzga en la escala del dolor para discernir la gravedad moral? ¿Cómo se sabe a ciencia cierta cuándo un animal está sufriendo o no? ¿Sólo por su expresión? Quizá hay otros indicadores en los que ahora no caigo ¿Tenemos la misma experiencia del dolor hombres y animales?¿En qué especie en concreto ponemos el límite de lo justificable o no? Esto me llevaría muy lejos. No digo que no se tenga en cuenta la cuestión del dolor, pero en el fondo el animalista, que está criticando el narcisismo de la especie, está aplicando categorías antropomórficas al mundo animal, está transponiendo y extendiendo categorías humanas a realidades animales, que, pienso, sólo pueden ser aplicadas de modo análogo. Entre esas categorías, el término “derecho”. Y con esto hay que andar con cuidado (insisto que con ello no quiero decir que no me importe el sufrimiento innecesario del animal). Pero, en mi opinión, los animales no pueden ser sujetos de “derechos” ¿Cuáles son pues los “deberes” de los animales? Entre los mismos animales ¿se respetan mutuamente dichos derechos? Unos se comen tranquilamente a los otros, cuando los más interesados deberían ser ellos en manifestar que detentan unos derechos. ¿Tienen “derecho” a vivir las ratas, que aparentemente se nota que sufren? ¿Y los mosquitos? ¿Y las pulgas? ¿Y los piojos? (bueno, no quiero caer en demagogias). Si hemos quitado del centro al hombre porque es un narcisista, ¿por qué colocar ahora el mundo animal? ¿No les haremos también a ellos unos narcisistas?
(He podido comprobar que no me deja publicar más en un mismo mensaje; lo divido en dos)
(Continúo: perdón el rollazo) Aunque parezca que no (¿qué problema hay en aumentar el ámbito de los derechos?), se está jugando innecesariamente con la identidad de la persona humana y su consecuente dignidad (tú mismo lo dejas caer en el último texto cuya autor no conozco: “También es difícil probar que las personas importan”). Creo que sí que importan y que hay fundamento para decir que no es un capricho de nuestra especie; y que eso no está reñido con el respeto necesario al animal. Sólo hay que leer la Declaración universal de los derechos del animal para darse cuenta de ello. Se podrían decir las mismas cosas (algunas creo que no) sin jugar al juego de la confusión entre el hombre y el resto de los animales.
Y por lo que respecta a las tradiciones, el hecho de que estas existan no justifica el que se siga haciendo lo que es “tradicional”. De ello hay testimonios elocuentes en nuestro mismo Colegio Mayor, gracias a Dios, ya desaparecidos. Era una barbaridad tirar la cabra desde el campanario. La cabra sigue viva y el campanario en su sitio. Hace ya algunos años leí un libro, recopilatorio de conferencias de Carmen Martín Gaite, “Pido la palabra”. En una de ellas, recuerdo que aparecía una cita que se le atribuía, si no me equivoco, a Luis XIV acerca de España. Entre otras cosas de nuestro país, Luis XIV venía a decir (no la tengo a mano, aunque la recuerdo bastante bien porque es elocuente): “aquí bastaba que un abuso fuese costumbre para conservarlo escrupulosamente, sin tomarse nunca la molestia de examinar si lo que tal vez pudo ser bueno en otro tiempo, es malo e incluso nocivo en el actual”.
A Pau le diría que inconscientemente no pude dejar de pensar que quienes con tanto ardor defendían la causa del animal (que me parece bien) podían defender también con el mismo ardor la vida humana en sus fases de gestación: antes de la duodécima semana (creo que se ha establecido allí el límite, perdón por si no es así), ¿sufre el feto o no? Apelando a esta comparación ciertamente se cae en la demagogia y en la descalificación porque son cuestiones distintas. No vale adentrarse por ahí y disculpa que haya caído en ellas en la afirmación anterior. Ahora bien, dejemos de etiquetar fácilmente en términos de “nacional-catolicismo” (aunque algunos del PP y algunos eclesiásticos tengan más de un ramalazo que parece echan de menos aquellos tiempos). Soy católico y no me siento en absoluto heredero de aquella mentalidad. No tengo por qué pagar los platos rotos de “mis abuelos”. Me hiere que a veces, cuando un católico se expresa (hay más de uno, y de dos, a quien dar de comer aparte, es cierto), inmediatamente y sin contemplaciones es tachado de retrógrado, cavernario, troglodita, ultraconservador, etc. Creo sinceramente que un cristianismo bien entendido tiene mucho que aportar a la sociedad actual. Y eso es una de mis auténticas “pasiones”: al menos, mostrarlo. Por otra parte sigo pensando que defender un supuesto derecho al aborto (con todas las matizaciones que convendría hacer: no me valen condenas radicales sin más) es más bien propio de una mentalidad neo-liberal y capitalista (en que lo que importa es deshacerse de lo que y de quien estorba al precio que sea) que de una mentalidad de izquierdas en que se supone se lucha por aquellos que no tienen voz, por quienes no pueden defenderse. En entradas mías he hecho referencia a esto y, al menos a mí, me da de qué pensar. Un abrazo, Pau. Y disculpa mi “fogosidad” un poco exaltada.
Al final, veo que he escrito demasiado y muy desordenadamente. No lo reviso porque si lo intento hacer, no lo enviaré. ¡Jodido perfeccionismo! Además, me voy a comer que me he pasado la mañana con los malditos papeles de permisos e instancias por culpa de la incompetencia de algunos de la Diputación. Y al final, seguro que ni un duro. Álvaro, un abrazo.
Estimado José Vicente,
No querría que los comentarios del post de Álvaro se desvíen del tema que él pretendía abordar (legislacion y respeto de la dignidad animal) pero me veo obligado a matizar dos apreciaciones de tu comentario:
1) Al utilizar el término "nacional-católico" no pretendo meter en ese saco a todo "cristiano" (categoría estrictamente reservada a la conciencia individual de cada uno y que por tanto nunca jamás condenaría o criticaría). Con ese término me refiero a la extrema derecha que ha instrumentalizado la religión católica como medio represivo y que ha gobernado España auspiciada por la dictadura franquista (cuyo heredero político contemporáneo es, a mis ojos y con la documentación en la mano, el Partido Popular). Del mismo modo que un marxista no debería sentirse ofendido por una crítica del stalinismo (a la postre perversión de un punto de partida más o menos compartido) opino que un cristiano con una sensibilidad social y respeto por la democracia como tú no debería darse por aludido ante el calificativo "nacional-católico". Mis disculpas si no era claro en ese sentido.
2) Discrepo totalmente de la visión del aborto que se traduce de tu comentario. En mi opinión, el aborto no es, como defines, un medio para deshacerse de un "estorbo" sin más consideraciones. Es una medida siempre traumática que, sin embargo, legitima el derecho a decidir de la mujer y garantiza la autonomía de la persona ante una situación extrema sometida a muchas y complejas variables sociales y personales. La decisión de abortar nunca jamás será tomada a la ligera por una mujer. Es una lamentable solución a una situación en que el individuo no tiene otra salida. Puedes preguntar a cualquier mujer al respecto: nadie abortaría a la ligera. Considero que simplificar la cuestión con un discurso incendiario y emocional denota una falta de atención a los argumentos de las directamente interesadas, las mujeres (no digo que fuera tu intención, pero opino que buena parte de los discursos de la jerarquía eclesiástica al respecto juegan sucio con la emotividad al respecto). Pero éste es otro tema, y seguro que podremos hablarlo con el tiempo necesario para entendernos mutuamente en otro momento.
Un abrazo y hasta pronto.
Estimado Pau: ante todo, disculpa mi salida de tema y también de tono. De la cuestión que Álvaro trataba me he pasado a “meterme contigo” con la cuestión del nacional-catolicismo y del aborto. Y quizá un poco exaltado. Pero me explico:
- No me doy por aludido cuando hablas de nacional-catolicismo. Lo sé. No quería en absoluto dar a entender eso. Lo que ocurre es que se tiende a etiquetar fácilmente a la gente para descalificarla. Si alguien piensa de una forma, se le etiqueta convenientemente y punto. Y compruebo además que a veces por el hecho de presentarme en algunos ámbitos intelectuales como católico (ya no sólo cristiano, y no digamos como sacerdote), inmediatamente te etiquetan como ya sabiendo todo de ti y qué se puede esperar de ti: es decir, nada. Se supone que si eres católico, estás incapacitado para pensar, para dialogar, etc., que eres poco menos que un dinosaurio y eso me duele porque al final te cansas de que te estén perdonando la vida o de decir: Sí, soy cura, pero… “no soy tan malo”. Que haya fanáticos religiosos, los hay y en algunos momentos creo que demasiados, porque es una tentación fácil en una sociedad como la nuestra buscarse religiosamente hablando “seguridades fuertes” ante la inclemencia ambiental. Pero el fanatismo no es exclusivamente religioso: se puede ser fanático de todo. Y para mí, el cristianismo no es en absoluto una ideología cerrada que tiene respuestas precocinadas para todo. Al contrario, es un punto de partida y no un punto de llegada.
- Respecto al aborto, sé que no coincidimos, partimos de supuestos distintos y no pasa nada, y que en un lugar y espacio como este no es posible tratarlo con la seriedad que merece. No lo reduzco a un medio para deshacerse de un estorbo que molesta. En mis dieciocho años de ministerio me he encontrado con situaciones muy complejas y no se puede descalificar de un plumazo la cuestión ni juzgar a la ligera a nadie. Pero creo que detrás de ciertas mentalidades que lo apoyan está muy presente el individualismo hedonista actual que reduce inconscientemente las personas a cosas: valen mientras sirven; dejan de valer, si además de no servir, molestan. De verdad, me gustaría muchísimo poderlo hablar con tranquilidad sin buscar convencer sino sencillamente mostrar que mis razones son (además de muchas más) valga la expresión, razonables e incluso válidas. Partir de verdades absolutas intocables e inmutables sería negar la posibilidad de un auténtico diálogo. Quedamos emplazados para ello. De verdad.
Por cierto, mi más sincera enhorabuena por lo del master de Barcelona. Me alegro mucho. Disfrutarás.
Un fuerte abrazo.
Mare meua!
Se podría editar un libro con post y comentarios!
Muy interesantes (y extensos), post y comentarios, y bien expuestos y argumentados.
En primer lugar apoyo a Martín en que el argumento en contra de Montilla flojea un poco. Yo diría que ir yo a los toros no limita la libertad de mi vecino para nada. (No veo libertades en el toro por supuesto) Como sí limita mi libertad, que el de al lado me eche el humo del tabaco a la cara.
Y por otro lado comparto la visión de José Vicente en contra de otorgar derechos a los animales, pero lo justificaría por otros medios.
Yo sí recurriría al animalismo. Somos animales. Comemos, nos relacionamos, cazamos... Yo me he criado matando conejos y vendiendolos en la tienda de mi pueblo, y es lo normal. Es así como nos relacionamos con la naturaleza, y como los animales se relacionan entre ellos. El mundo no es bonito. Los bonitos envases del mercadona se han hecho a base de sudor y sangre, es inútil esconderlo. El mundo es injusto y cruel, y no es malo que sea así, no creo que haya que cambiarlo. Dios permite el mal, como decía Sto Tomás de Aquino y con permiso de José Vicente, para obtener bienes mayores.
Bueno, tampoco soy un radical con esta imagen, ni evito ni me avergüenzo de contradecirme. Pero sí creo que a la gente le hace falta un poco de realidad en su visión del mundo.
Conclusión, que a mi lo de los toros me da igual. Pero esa visión de los animales me parece irreal e irresponsable. Sólo en el primer mundo nos podemos permitir ese tipo de frivolidades, y es a costa de todo el Sur.
... bueno, todo eso en líneas generales y lo dejo ahí.
Me gustaría agradecer los comentarios tanto por la calidad de su argumentación como por el tiempo que os habéis tomado en redactarlos. El debate entre José Vicente y Pau, además de excelente, sitúa el debate en temas y preguntas para las que, por desgracia, no tengo una respuesta clara. A pesar de lo que hago en la primera parte de la entrada, no es habitual en mí presentar una posición claramente en contra de ciertos argumentos y sí que es mucho más habitual que me mueva en un terreno en el que mis convicciones morales -aunque definidas- se hallan expuestas a miles de dudas y amenazadas por preguntas que las cuestionan y las hacen tambalearse seriamente. Todo esto se deja ver de manera clara en la última parte de la entrada y José Vicente ha expuesto mejor que nadie toda una serie de preguntas que me obligan constantemente a revisar y reexaminar mi posición en tal y cual tema. Esta es la belleza de las preguntas en filosofía... y en ciencias sociales en general. Esta es también -creo- la razón de la enorme complejidad de las cuestiones abordadas en estas disciplinas.
No me resistiré -sin embargo- a realizar dos apuntes sobre el comentario de Oxnex (la conversación entre José Vicente y Pau tendrá que ser releída una y otra vez y supongo que acabará dando lugar a muchas entradas en el futuro):
- Acepto el hecho de que lo que llamas "argumento contra Montilla" es el más flojo de todos. El tema de la libertad y la prohibición me parece complejísimo y reconozco que no tuve ni capacidad ni fuerzas (por este orden) para desarrollarlo como es debido. No obstante, fíjate que de manera implícita creo me das la razón. Cuando dices "sí limita mi libertad, que el de al lado me eche el humo del tabaco a la cara". Aceptas la necesidad de limitar ciertos comportamientos para preservar la libertad del otro (mi libertad acaba donde empieza la del otro, por utilizar una expresión que goza de cierta popularidad). El quid de la cuestión, como nos hemos hartado de repetir aquí, es quién es ese "otro" (según tú: "No veo libertades en el toro por supuesto"). Automáticamente el debate ha sido trasladado al debate sobre la consideración moral del animal y no al terreno que pretende oponer "libertad" y "prohibición". Me dio la impresión de que Montilla intentaba plantear los debates en términos "libertarios" (es un decir) cuando lo pertinente era discutir la pertinencia o no de ciertas tesis "animalistas" sobre las corridas.
(sigue en el comentario siguiente)
(continuación del comentario anterior)
- La visión de la "normalidad" y la "responsabilidad" que se expone en tu comentario, Oxnex, me parece un tanto criticable. Basta ojear "Bueno para comer" de Marvin Harris para darse cuenta de que las costumbres gastronómicas entre países pueden ser enormemente diferentes. Lo que tú consideras "normal" (matar conejos para comerlos) es considerado una atrocidad y una monstruosidad en muchos países. Algo así nos ocurre aquí cuando sabemos que los coreanos comen perro. Dicho lo cual, te reconozco que el consumo de carne o pescado es una constante (y en muchos casos fue un factor decisivo de progreso dado su aporte proteico) en la historia humana. Ahora bien, también creo que el hombre se caracteriza por poder cambiar su comportamiento y adaptarlo a las circunstancias. Acabo con una pregunta relacionada con esta última frase y que pretende criticar frontalmente tu concepto de "responsabilidad" que relacionas con la frivolidad de la posición animalista y el tercer mundo: ¿de verdad es responsable llevar a cabo un consumo de carne per cápita tan elevado que, para criar el ganado que se necesita, se tenga que fomentar el monocultivo de soja que provoca la deforestación y pérdida de biodiversidad del Amazonas?, ¿quién está siendo más frívolo e irresponsable?
No sin la impresión de haber abierto de manera un tanto imprecisa una nueva caja de los truenos en lugar de intentar reconciliar las posiciones, os mando un fuerte abrazo a todos y, una vez más, os agradezco infinitamente vuestras geniales aportaciones. El turno de palabra sigue abierto, claro.
Estoy de acuerdo en que en lo respectivo a la libertad (la justificación para prohibir o no), el debate se traslada a los derechos y libertades del toro.
Respecto a mi referencia a que "es lo normal", me refiero a eso, a matar, a comer. Es irreal la forma en que nos alimentamos y nos vestimos en el primer mundo, adquiriendo productos en tiendas asépticas, y pensando que es todo tan limpio y bonito como lo pintan. Te alimentes de conejo criado en casa, o de algas ultraproteicas importadas de Japón, te estás sirviendo de la naturaleza de una forma destructiva. Y estoy seguro de que la segunda forma es más destructiva que la primera. Y respecto a la deforestación del amazonas, está claro que hay que elegir entre medios de producción que sean sostenibles, pero no hay que olvidar, que gran parte de la culpa de esa deforestación es la fiebre bienintencionada del engaño de los biocombustibles.
Califico de frívolos e irresponsables a los que olvidan la realidad de que nos servimos de la naturaleza, y ven eso como algo "malo". No puedo evitar recordar una obra de Els Joglars, que representaron en Burjassot hace un par de años, llamada la cena, y que criticaba precisamente este "pensamiento Alicia", como lo llaman en algunas reseñas.
http://www.elsjoglars.com/lacena/Dossier_de_prensa_La_Cena.pdf
Os reviento la obra: El menú del banquete era carne humana, que es lo más "ecologista" que hay, dado que todo lo demás es naturaleza protegida. Y a esta conclusión están llegando mucha gente, cuando hablan de la superpoblación del planeta, y de aplicar políticas de reducción de población. Algo que a mi me da miedo, y rabia porque no confían en la capacidad del ser humano de encontrar soluciones a su supervivencia, que hasta ahora ha encontrado y de forma bastante ingeniosa. Léase inventar la agricultura, descubrir un continente nuevo o desarrollar la revolución verde. Imagináos si la primera comunidad de homosapiens, en su etapa nómada, razonando que el alimento no era infinito, en lugar de lanzarse a descubrir la agricultura o la cría de ganado hubieran optado por limitar su reproducción, para garantizar su supervivencia. Lo más seguro es que se hubieran extinguido el primer invierno.
Quizás peco de positivista, pero siempre estoy a tiempo para rectificar. XD
Saludos.
Este blog está demasiado serio para un polemista provocador como yo.
Suerte que dentro de una semana volveremos a las entradas de dos líneas cada dos semanas. Llegará el otoño en Agosto, y la añoranza por las verduras frescas, y los cuerpos tostándose al sol.
Estoy hasta las narices de Zubiri y la endiablada “esencia”. Y gran parte de la gente ya con la operación salida. Ya hay basta. Escribo de nuevo y aparto el libro. Primero, por alusión, una puntualización; luego, una aclaración ante una expresión quizá equívoca y un comentario a raíz de una conversación que ahora mismo acabo de tener.
Por alusión, onex, no sé si Santo Tomás dijo eso o no: que Dios permite el mal para obtener bienes mayores. Es verdad que mucha gente, con cierta buena intención, dice eso a veces. En sí misma, la afirmación es una barbaridad (casi una blasfemia). Digo en sí misma, sacada de todo contexto y aplicada a cualquier situación . A nivel personal y partiendo de una experiencia de fe, uno puede leer su propia y particular historia en algún momento concreto desde esas coordenadas. Vale, pero generalizar, no. Por otra parte, cada vez desconfío más (y soy aprendiz de filósofo) de muchas elucubraciones “pseudo-metafísicas” sobre Dios (que no sobre una reflexión seria sobre el hecho religioso e incluso sobre el Dios cristiano). Las críticas de los llamados “maestros de la sospecha” (P. Ricoeur) han purificado muchas imágenes de Dios, y aún queda mucho por hacer. Yo me quedo con el evangelio. Luego, ya veremos.
Una aclaración: leyendo mi última entrada, al hablar de mis razones en contra del aborto digo: “además de muchas más”. No estoy queriendo decir que mis razones sean más que las aporta quien dialoga conmigo (en este caso, Pau), ni tampoco que sean más “razonables”. Me refiero a más (cantidad, que no sé si calidad) de la que yo he aportado anteriormente. Era sólo eso.
Lo que viene quizá parezca que no tenga demasiada relación con lo que se discute, pero creo que sí en lo que se refiere a la relación primer mundo-tercer mundo que colea indirectamente en la discusión. Acabo de hablar con unas personas que llevan una “empresa” de inserción social en el barrio de La Coma. Un problema que hay que resolver y he querido hablar con ellos. Son miembros de lo que queda del movimiento obrero de la acción católica. Están trabajando bien y veo allí una puerta abierta. La conversación se ha alargado y hemos hablado de todo un poco. Y lógicamente del momento económico actual. Hablaban de una situación en que se han encontrado y que les ha sorprendido. Ante las dificultades que atraviesan (después de muchos años sudando para llevar adelante el proyecto) han planteado a los trabajadores una reducción de su nómina un 25 % (es decir, cobrar el 75 %), sin trabajar (pues no hay casi trabajo) para evitar el despido de una gran parte de ellos; habría un plus o una rebaja menor teniendo en cuenta la situación personal y familiar de cada uno. Por cualquier trabajo que vaya surgiendo cobrarían por el trabajo realizado aparte de la nómina que la seguirían manteniendo así hasta que la cosa pinte mejor. Sorpresa: han dicho que no, que prefieren irse al paro, cobrar dos años, y luego ya veremos. No sé, pero me ha recordado el título de uno de esos libros que están siempre pendientes de ser leídos publicado por la misma acción católica de obreros, “Trabajar menos para trabajar todos”.
Todo esto para qué: ¿estamos dispuestos a renunciar a buena parte de nuestro nivel de bienestar, de todo lo que tenemos a nuestro alcance, etc. (la crisis nos lo ha denunciado) para que otros puedan mejorar un poco el suyo? Veo ahí gran parte del problema y muy, pero que muy difícil solución. Utopismo, vale. Un saludo.
En relación al último comentario de José Vicente, no puedo evitar recomendar la lectura de un mini-artículo -tan breve como estimulante y entrañable- que ejemplifica como pocos esas uniones que tanto me emocionan entre mis referentes intelectuales y las opiniones de mis amigos (que, al fin y al cabo, también son a menudo referentes intelectuales). Ahí va, pues. Sé que te gustará, José Vicente:
http://www.uclouvain.be/cps/ucl/doc/etes/documents/Temps_de_travail.pdf
Hola, Álvaro. Disculpa pero no puedo entrar en la página a la que me invitas. Me da siempre "error". He entrado en la de la Universidad pero ya no sé seguir. Si puedes, envíame un mensaje a mi dirección de correo y le "pegas" el vínculo. A ver si así puede ser. Gracias. Un saludo.
Post a Comment