Tuesday, May 25, 2010

El combate cotidiano

Hace dos semanas decidí empezar a comprar las verduras en un pequeño mercado de agricultores que se organiza cada sábado por la mañana a unos veinte minutos de mi casa. Tal vez influido por mis recientes relecturas de André Gorz o quizá por un sentimiento de revuelta interior que tiende a aparecer periódicamente, sentí que la experiencia fue sorprendentemente positiva. Desde que llegué a los Estados Unidos adopté la costumbre de hacer la mayoría de mis compras por internet (algo muy común entre los estudiantes de doctorado y especialmente entre los que viven en el no man's land de College Park). Hay que reconocer que el servicio funciona extremadamente bien y es increíblemente rápido (y cómodo): todo se reduce a seleccionar los artículos por internet y elegir el día y la hora a la que queremos que lleguen (el coste del servicio es de unos ocho dólares). Se pueden añadir o eliminar artículos hasta 24 horas antes de la hora fijada para la entrega y la empresa con la que suelo comprar ha demostrado ser muy competente a la hora de seleccionar los productos según su fecha de caducidad y su frescura. Pese a todo, no me sentía cómodo: al margen de contribuir a un sistema de distribución de dudoso interés, no me gustaba el hecho de no poder seleccionar la fruta y verdura fresca que compro. Además de todo esto, nunca pude librarme del sentimiento de que mi razón principal para comprar por internet ("no tengo tiempo para ir a comprar") se basaba en una lógica que me incomodaba y según la cual el tiempo de trabajo y de estudio se extendía hasta el infinito.
El doctorado, un periodo exigente y con una cantidad de trabajo sencillamente inabarcable, obliga a reflexionar seriamente sobre las prioridades y la necesidad de encontrar un equilibrio entre las diferentes facetas de la vida. Curiosamente, la diabetes me ha ayudado bastante en este sentido: la jornada de estudio acaba a las 8 de la tarde cuando toca una visita de una hora al gimnasio para hacer algo de ejercicio y a menudo toca "perder" una mañana para acudir a la cita periódica con el oftalmólogo o el endocrino. Encontrar tiempo para cocinar en casa se ha vuelto algo innegociable: la comida casera me sienta infinitamente mejor que la que compro fuera y además facilita mucho el cálculo de la insulina que necesito inyectarme. La visita matutina de cada sábado al mercado se enmarca, pues, en un contexto más general en el que el objetivo principal es recuperar un cierto equilibrio y control sobre mi tiempo.
Comprar en el mercado local no sólo supone un pequeño paso hacia la reapropiación de mi tiempo: las verduras que compro son cultivadas por agricultores de la zona, mi consumo de bolsas de plástico se ha reducido drásticamente (las compras on-line implicaban una auténtica avalancha de bolsas y envoltorios absolutamente innecesarios), puedo elegir con más precisión la cantidad y el tamaño de los productos que compro y el paseo de veinte minutos por las mañanas supone una excelente manera de combatir uno de los momentos del día donde el riesgo de hiperglucemia es mayor.
Una visita semanal al farmers' market de College Park es, ciertamente, un paso pequeño -casi ridículo- en un desafío colosal. Sigo pensando que el comportamiento del individuo es importantísimo a la hora de afrontar los retos planteados la ecología política pero no es suficiente. Los pasos fundamentales en este sentido deberán darse en el terreno de la acción colectiva y de la política. Permitámonos, sin embargo, algunos instantes de goce interior cuando descubrimos estas pequeñas acciones que nos ayudan a sentirnos un poco más fuertes y coherentes en nuestro combate cotidiano.

2 comments:

Julio said...

¡Que buena vida! Yo también creo que, una vez liberados de los mitos consumistas y productivistas de nuestro sistema económico, lo hedonista y lo ecológico no están necesariamente reñidos. Me alegro de que te estés reapropiando de tu tiempo, disfrútalo.

Y respecto a lo individual/colectivo como mecanismos de cambio... Problematizo la categorización, que otra cosa no sé hacer. Que tu vayas a comprar a un mercado local es en principio un acto individual, sin mayor trascendencia política-colectiva. Pero si en uno de tus posts me explicas la mejora que ese pequeño cambio introduce en tu vida, y yo leo el post a primera hora de la mañana tras haberme embutido un cafe con leche y una madalena seca y estar ya encendiéndome el primer cigarro mientras abordo un tomo de 2031 páginas de papel de Biblia de comentarios jurídicos sobre la Ley de Propiedad Intelectual, seguramente tu acto "individual" influya en mi conducta "individual", y entonces ya podemos empezar de colectivos. Tras bajar a darme una vuelta por el mercado de Russafa, con un par de naranjas todavía en la boca, me siento más capacitado para afrontar mi singular batalla psicoanalítica contra "EL LEGISLADOR", ser mitológico de ciertas sociedades que, en su honor, se llaman "De Derecho".

Y hablando de seres mitológicos: no sé si Pau te habrá pasado su discurso-clausura del acto de graduación, a mi m lo mandó en un mail y lo he colgado al final de este post:

http://juliosouto.tresneuronas.net/auge-vuelo-y-caida-de-presta-mitos

Échale un ojo si no lo has hecho todavía, porque la verdad es que es impresionante. Inspirador, no sólo para los historiadores del arte.

Bueno, sigue disfrutando en tu No Man's Land, y enviando mensajes de vez en cuando!

Mia Wallace said...

La verdad es que sacar tiempo para estas cosas es toda una inversión (inversión en uno mismo, salud (física y mental) y felicidad). Mi lucha cotidiana es precisamente con mi memoria (estúpida y olvidadiza),para no olvidar que si consigo sacar ese tiempo, verdaderamente me siento mucho mejor.... Lástima que no siempre lo consiga. Ya sabes que nunca fui muy disciplinada.... jajajaja.
Cuídate... ya mismo te vemos por aquí. Prepárese señor La Parra... ;)