El proceso empieza con un vendaval de redacción febril y compulsivo que arroja lo que parece ser una primera versión.
Pura ilusión e ingenuidad terminológica: el escritor febril apenas necesita una lectura superficial (quizá al cabo de un día, dos o una semana) para enfrentarse a las abundantes inconsistencias y lagunas que forzosamente se derivan de todo proceso de redacción febril. Se hace necesario, pues, dotar de mayor coherencia y conexión a la criatura.
El resultado tras las mejoras en la estructura y consistencia interna aún dista de ser satisfactorio. En estos momentos el proceso ya ocupa casi toda la capacidad mental de nuestro protagonista. En cualquier momento del día puede producirse esa conexión mental que aporta la clave, la frase o el argumento necesario para reforzar, reformular o corregir tal o cual párrafo o idea. Estos momentos de lucidez afectan a partes dispersas del texto. Ahora este punto de la sección 2. Ahora aquel que no estaba suficientemente claro en la sección 5... La cabeza gira una y otra vez buscando luz.
Todo empieza a ser pesado: cada relectura (y hay muchas) destapa frases y redacciones intolerables: palabras repetidas, frases largas o incompresibles, omisiones intolerables, traducciones imposibles. El autor se siente impotente cuando las palabras en inglés traicionan a su (muy español) pensamiento.
En este punto todo se sucede ya en un torbellino caótico. Los hechos ya no resisten el más mínimo intento de sistematización o racionalización de su orden: luz para modificar aquel punto, corrección (y sombra) de la redacción en este otro, luz para las ideas allá, corrección de esta aberración gramatical aquí, reorganización de esta sección, comentario muy pertinente en aquella, corta esto, reescribe aquello...
La batalla se extiende sin pausa durante días, semanas... (¿meses y años? glups...). Un día, un día cualquiera para conceder al agobiado lector ese mínimo desahogo de poder elegir el plazo que más les guste, descubrimos que la pantalla nos devuelve un texto aún fiel a la idea nacida de una redacción febril y primigenia. Pero ese mismo texto también es algo totalmente nuevo. Todas y cada una de las partes -me atrevería a decir que todas y cada una de las frases- han sido tocadas por un momento u otro del vendaval destructor creativo (y Schumpeter retorciéndose en alguna parte...).
Solo entonces es posible. Solo tras una batalla contra los límites de uno mismo, tras una lucha constante contra la revisión sin fin, tras una reformulación cansina y necesaria de todo, tras largas discusiones con los amigos y familiares que se prestan a aguantar los intentos de verbalización del caos. Solo en ese momento -decía- podemos destilar la primera gota de algo ligeramente original, moderadamente satisfactorio. Nuestra primera gota de conocimiento.
Hay poco tiempo para paladear el resultado porque recordamos que hay todo un tanque que llenar.
Todo debe empezar de nuevo.
Sentimos que la fiebre vuelve.
Canción del día/Chanson du jour:
Yann Tiersen - Amy (live in New York with orchestra) by All Tomorrows Parties
Intolerancias
2 months ago
3 comments:
Grande Alvagó!!!!! Este tipo de fiebres siempre son bienvenidas!!! ;p
Me alegro. Me alegro.
Besazo.
Borges decía que algunos escritores son tales que pulen cada frase. No creo que deba sufrir nuestro imaginario (o no tanto) protagonista. Disfrutalo, siempre y cuando tengas algo que decir y no te pierdas en la estética. Por cierto, te recomiendo "Biblioteca personal", del mentado.
Una abraçada de sobreasada.
Tomo buena nota de las recomendaciones y de los consejos. Lo transmitiré al imaginario (o no tanto) protagonista ;)
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