Monday, November 7, 2011

La paradoja del votante

North's wife: But you never vote!
North: Because I am a rational voter!

Votar es una acción tremendamente compleja. La literatura en economía y en ciencias políticas ha abordado dos preguntas cruciales en torno al voto:

1. ¿Por qué votar?, ¿por qué incurrir en el coste de ir a las urnas cuando el impacto de un voto individual es mínimo (por no decir nulo)? La pregunta en mi situación tiene más sentido si cabe: he debido solicitar la documentación por correo (no una, sino dos veces porque cometí el error estúpido de no firmar en la primera solicitud) tras haber hecho algún viaje al consulado de España para registrarme en el censo de votantes. Confirmamos que mi valoración de responsabilidad ciudadana sigue siendo lo suficientemente alta como para superar este primer obstáculo del análisis individualista racional.

2. El segundo escollo me resulta mucho más dramático y difícil de solventar. ¿Por quién votar? La literatura suele diferenciar entre dos tipos de actitudes:
  • El voto ideológico por el que se vota a la opción que más se ajusta a nuestras preferencias. Es la idea que, de manera idealista o ingenua, suele presuponerse detrás de la democracia. La gente vota al partido con el que más se identifica y el congreso se constituye de este modo en una representación más o menos perfecta de las ideas y los intereses del conjunto de la sociedad.
  • El voto racional. Ante la amenaza de que la opción menos preferida obtenga la victoria, el votante racional no votará por su opción preferida sino por aquella opción más cercana a sus idea y que tenga opciones de ganar (o simplemente de tener representación parlamentaria). Se trata abiertamente de minimizar el daño. El votante racional considera que de poco sirve votar al partido preferido si ello supone allanar el camino a otro partido que resulta catastrófico para sus intereses/ideas. El resultado de esta opción es lo que popularmente se conoce como "voto útil". ¿No es mejor al fin y al cabo estar gobernado por un partido malo que por uno pésimo? Triste pero racional consuelo.
Si bien creo tener una respuesta clara a la primera pregunta (mis creencias son lo suficientemente poderosas como para convertir el voto en una responsabilidad ineludible), no me pasa lo mismo con el segundo dilema. Las dos opciones que he planteado me parecen atractivas y presentan poderosos beneficios y costes cuyo balance neto me resulta complicado -cuando no imposible- de comparar. El 20N se acerca y dentro de poco tendré delante de mí las papeletas que me pregunten si quiero ser ideológico o racional.


Paradoja racional final: Incluso si me decido por el voto "racional", esta acción no deja de producirse dentro de un marco profundamente "irracional": un ser racional no se angustiaría lo más mínimo por la consecuencia o el sentido de su voto pues es perfectamente consciente de que su acción tiene un impacto nulo sobre el resultado final. No estoy seguro de que haya elegido las lentes más adecuadas para mirar el voto.

10 comments:

Martín said...

Alvaret, aun no he visto un sólo sitio donde se explique de manera decente qué sentido tiene eso del voto útil. Ya que parece que tú le ves sentido... recomienda algún link o anímate y dedícale un post.

Pau Dziga said...

Claro, y qué decir de que la "opción racional" haya convertido en inútil el esfuerzo de la "opción ideológica" a través de una ley electoral caciquil y cutre (bastante alejada de esa imagen de manual de "el congreso constituido como una representación más o menos perfecta de las ideas y los intereses del conjunto de la sociedad"). Tiempos sórdidos.

Mia Wallace said...

Los tiempos para el votante (ya sea "racional" ó "ideológico") pintan muuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu negros. Suscribo lo de "tiempos sórdidos" de Pau Dziga.

Mi dilema será resuelto el 20N

Hank Quinlan said...

Llevaba tiempo sin entrar con tanto traslado y veo que estos neoclásicos de Maryland no cambian. Se puede ser más o menos racional, por lo menos al tratar de ver qué hacer con el caro derecho a votar, y no mirar simplemente el beneficio (sirve mi voto para algo? ) y el coste de hacerlo (me tengo que levantar del sillón, y dejar de escribir este paper, qué pereza...).

Uno puede votar al que sabe que no va a salir porque eso le reporta utilidad, o placer, o porque piensa que en algún lugar del mundo hay alguien como él que se sentirá desolado el día después si los menos malos, aunque no salgan, no han tenido el puñado de votos que merecen, y darle a ese desconocido triste la alegría de ver un voto más en el casillero de los derrotados le proporciona algún tipo de alegría personal. Se puede ser algo racional, y siendo racional seguir creyendo que en la función de utilidad de uno hay también espacio para el beneficio moral de disentir de tanto destrozo, y entonces votar racionalmente por el mero hecho de disentir depositando el voto en la urna con una sarta de insultos a cual más surrealista y menos rentable en términos de escaños. Se puede ser racional, mucho o poco, y no votar por los mismos motivos.

Alvagó said...

No creo que la ley electoral sea "caciquil" aunque puedo entender perfectamente (e incluso compartir) la denuncia de Pau. Ahora bien, el cinismo racional tampoco me lleva a una sorpresa excesiva: ¿por qué deberían cambiar la ley electoral los partidos que se ven beneficiados por esta ley y obtienen mayor representación? Es gracioso comprobar que las ansias renovadoras o conservadoras no tienen un perfil ideológico: UPyD o IU quieren cambiarla, CiU, PNV o ERC parecen cómodos con ella. Elemental.
El voto útil deriva principalmente de la obligación de obtener al menos el 3% de los votos totales en la circunscripción para poder optar a escaño parlamentario. Votar a un partido cuyas expectativas están por debajo del 3% de los votos sería menos "útil" que apoyar a un partido mayoritario que se considera el mal menor.
También suele achacarse a la Ley d'Hondt una tendencia a fomentar el bipartidismo pero los ejercicios numéricos mentales que he hecho en mi cabeza no me han llevado a nada concluyente. Seguramente deberé informarme un poco más y utilizar papel y lápiz para comparar la Ley d'Hondt con otros sistemas y ver si realmente la primera es especialmente dañina para los partidos no mayoritarios. Me temo que no te aporto gran cosa, Martín.
¿Qué es "un neoclásico", Quinlan? No me valen vías de escape becquerianas...

Un abrazo bien fuerte para todos.

Alvagó said...

Olvidaba comentar que, empapándome de la ilusión de Quinlan y otras ilustres blogueras , he decidido teñir la negrura que comenta Mia en esperanza.

Martín said...

Hasta donde yo puedo ver, que seguramente no es mucho, la Ley D'Hondt es tal que el requisito de un 3% tiene un efecto nulo a nivel práctico.
Sería muy interesante ver el reparto de escaños el día 21 de Noviembre con y sin el requisito del 3%. Mi intuición es que el reparto sería exactamente el mismo. IU y UPyD están jodidos porque sus votantes están desperdigados por toda España, no por el 3%. Hasta donde yo puedo ver...

Alvagó said...

Creo que comparto completamente tu intuición, Martín: el gran enemigo para los partidos que más se quejan por el reparto de escaños no es D'Hondt sino la repartición de acuerdo con la circunscripción provincial.

Julio said...

Estaba casualmente releyendo al viejo de Max Weber, y me he acordado de este post, al caer en su "teoría de la acción". Allí distingue la "racionalidad respecto a fines" (que sin tenerlo muy claro, diría que es la que usais los economistas en Marialandia) y la "racionalidad respecto a valores", siendo la segunda una acción racionalizada que visa únicamente manifestar la comunión con valores que se quiere defender, como el honor, la libertad, la justicia, o la democracia. El ejemplo de Weber: el capitán que decide "racionalmente" hundirse con su barco.

¿Es nuestra democracia un barco? Y si es así: ¿Por donde handa su línea de flotación? ¿Por encima o por debajo del ombligo del capitán? ¿En algún momento Papandreu fue capitán de algo? En fin, dícese que "I'm the captain of my soul", pero, ¿lo soy también de mi sistema político? ...dudas sobre esos VALORES bienpensantes universalmente defendidos...

Julio said...

ups, fui becqueriano en exceso, creo...