Tuesday, February 11, 2014

La tierra para el que la conquista

La repartición justa de los frutos de la tierra es seguramente una de las custiones más antigua de la filosofía política. Los argumentos clásicos de carácter más progresista apuntan a un mismo derecho de todo el mundo a compartir los frutos de los recursos naturales. Según esta corriente de pensamiento, todas las personas de una sociedad tienen el derecho a compartir por igual los frutos derivados de la apropriación inicial de los recursos naturales. Con mayores o menores matices, este fue el pensamiento mantenido por filósofos como John Locke, pensadores radicales del siglo XVIII como Thomas Payne, o incluso por presidentes de los Estados Unidos como Thomas Jefferson. La versión libertaria en su vertiente más conservadora -expuesta, por ejemplo, por Israel Kirzner- prefiere atribuir los derechos de la propiedad de la tierra a su descubridor en lo que los anglófonos llaman un principio del "first arrived, first served". Algo así como "que se lo quede el primero que llegue".

Lejos de la sofisticiación de estas corrientes filosóficas, la apropiación de la tierra por parte de las potencias colonizadoras europeas se basó en criterios bastante más burdos. Tal y como detalla José Antonio Crespo en su libro Contra la Historia Oficial, los primeros conquistadores españoles en América tomaban posesión de las nuevas tierras leyendo el Requerimiento a los indígenas. El texto, en latín, detallaba los orígenes de la Iglesia católica, del único Dios verdadero y otorgaba al Papa Alejandro VI la potestad de otorgar esa parte del mundo a la corona española. Siempre en latín, los nativos eran invitados a reflexionar y aceptar por las buenas los términos del Requerimiento. De lo contrario eran advertidos de que los nuevos propietarios de las tierras estarían legitimados para entrar violentamente y matar y esclavizar a todos los oponentes. Ningún indígena debió alzar jamás la voz contra esta muestra de formalismo hipócrita. Ningún indígena debió entender jamás lo que se proponían esos recién llegados con esa lectura en una lengua extraña.

Los vecinos anglosajones de los conquistadores españoles también encontraron métodos rápidos y expeditivos para solventar cualquier debate filosófico en lo que respecta a la propiedad de las tierras. En 1640 la Asamblea de Nueva Inglaterra aprobó los siguientes tres puntos:

1. La tierra es del Señor y toda su riqueza también. Aprobado.
2. El Señor puede dar la tierra o una parte de ella a su pueblo elegido. Aprobado.
3. [Los británicos] Somos el pueblo elegido. Aprobado.


La filosofía política es mucho más fácil cuando se detenta la hegemonía militar y uno siente que está en poder de la verdad absoluta.

Monday, February 10, 2014

El principio del fin...

...de la burbuja estudiantil.