Mientras intento poner orden en mi cabeza, vencer viejos bloqueos y angustias investigadoras y no caer en el pánico puro y duro ante los plazos de la tesis que se me echan encima, no puedo evitar el transcribir tres extractos de The Spanish Labyrinth. El autor -Gerald Brenan- es un inglés de la primera mitad del siglo XX con un estilo tan sugerente como osado (y a menudo atrabiliario y dado a generalizaciones cuanto menos discutibles) que nos deja perlas como estas:
"For example, in the general strike at Cordova in 1905 the workers asked for a 7.5 hours' rest in an eight-hour day". Si bien es cierto que "the reason for this was that, since the strike was expected to bring in the revolution, they wanted to make sure that the owners would not agree to their terms", me pareció una demanda gloriosa.
Un poco más sobre nobles y justos episodios de nuestra historia o caracterizaciones de nuestras instituciones:
"The Inquisition had long ceased to inspire terror (its last victim had been an old woman burned in 1781 'for having carnal converse with the Devil and laying eggs that had prophecies written on them')."
"[The Servicio de Investigación Militar] (...) was directed at least as much to suppressing the political enemies of the [Communist] party as as to unearthing those of the Republic. Like all the Spanish police it was extraordinarily incompetent."
Lejos del optimismo prometeano, prefiero recordar al personaje como el condenado que ha sido para el resto de la eternidad. El corrector toma una nueva copia de la montaña de exámenes y su volumen lo desafía, prácticamente intacto. Observa como se ríe en su cara, insultante y orgullosa. Incluso cuando su lenta erosión logre acabar con ella, la gloria del extenuado será efímera: la montaña volverá a apilarse mecánicamente para empezar con la siguiente pregunta. Se regenerará para que esos nuevos buitres en forma de letras y mensajes confusos sigan picoteando la resistencia mental del corrector. Menos mal que la elegante mitología griega no puede hacer nada contra el pragmático refranero castellano y no sabe que en realidad no hay mal que cien años dure. Sigue. Loin de l'optimiste prométheen, je préfère me souvenir de cette figure comme le condamné qu'il a été pour l'éternité. Le correcteur prit une nouvelle copie de la montagne d'examens et son volume lui défi, presque intact. Il observe comme elle se fout de sa gueule, insultante et orgueilleuse. Même quand son érosion lente parviendra à finir avec elle, la gloire de l'épuisé sera éphémère: la montagne se formera à nouveau mécaniquement pour recommencer avec la question suivante. Elle se régénèrera pour que ces vautours aux allures de lettres et messages confus continuent à picorer la résistance mentale du correcteur. Heureusement la mythologie grecque, tellement élégante ne peut rien faire contre la sagesse des dictons castillans: "no hay mal que cien años dure". Il continue.
"En ese horror no hay neurosis ni complejos" J. Cortázar
Suele ocurrir en territorio enemigo, cuando uno está lejos de la comodidad y de la familiaridad hogareña. Todo empieza con el bloqueo provocado por lo más hondo de nuestro ser. De inmediato, un escalofrío de terror nos recorre la espalda mientras nuestro cerebro lucha por encontrar una solución a tan desesperada situación. No es que el bloqueo elimine todo atisbo de fluidez. En absoluto. De hecho, en una de esas deliciosas paradojas que la vida nos brinda de vez en cuando, el bloqueo suele ser fruto de la fluidez y de la abundancia. No podemos menos que sentirnos estúpidos y perdidos mientras la situación se torna cada vez más complicada y adversa. Cada segundo de bloqueo agrava más nuestro estado de shock, vergüenza y desconcierto. El desborde, inevitable y previsible consecuencia de la situación, añade un punto trágico que, no por esperado, acrecenta acrecienta nuestro estado catatónico. De nuevo fluidez y bloqueo combinados en diabólica armonía. Pero en esos momentos huelga decir que uno no está para disfrutar de las malditas paradojas de nuestro mundo. Parece mentira que la felicidad y el desenlace de tamaña encrucijada dependan de algo tan simple. Quizá precisamente esa es la grandeza del mejor invento de la humanidad, ese invento que de inmediato nos permite solventar la situación y salir del paso como si nada hubiese sucedido. Larga vida al desatascador.
A veces la oscuridad racional me parece demasiado espesa y poderosa. En esos momentos siento que el prisionero siempre confesará, que el dictador siempre dará un céntimo a su compañero, que el trabajador engañará al gerente en cuanto éste se dé la vuelta, que el altruismo sólo puede entenderse desde la acción egoísta... El tú o el nosotros se rinde al yo y los polizones campan a sus anchas. Nadie tomará la iniciativa. Mejor que lo hagan los demás y así muramos todos en la inacción más miserable soñando con el paraíso que pudo ser y no fue. Smith era un iluso o tal vez simplemente un desalmado que nos vendió una bonita historia de armonía. El velo de ignorancia sólo fue otra patraña más en un intento fallido de devolvernos noches de sueño tranquilo. En esos momentos siento que formo parte de ese vals racional que constituye nuestra victoria más impresionante pero también nuestra tumba más ineluctable. No habrá un "hombre nuevo" porque la idea nació viciada y porque el hombre (y la mujer) no van por ahí. Nuestro sueño de belleza y de fortaleza fue sólo eso: un sueño. A veces... por suerte... "a veces"...
"This was the time when, especially in the south of Spain, naturism and vegetarianism were making many conquests in Anarchist circles. They were believed to have marvellous powers for transforming human beings and preparing them for the ineffable acracia which, after a few centuries of effort, would arise upon the earth." G. Brenan, The Spanish Labyrinth
"Le végétarisme contemporain se fonde sur quatre types de motifs. Le premier est d'ordre puremet diététique. (...). Le second type de motif est d'ordre réligieux (...). Le troisième type de raison est d'ordre humanitaire: la production d'un kilo de protéines animales exige en effet la consommation de plusieurs kilos de protéines végetales. Le quatrième type de motif s'inscrit dans le mouvement d'émancipation des animaux (...)".
La posición del vegetariano a menudo despierta curiosidad y en países con una cultura gastronómica tan carnívora como España y Francia,no deja de suscitar un cierto sentimiento de excentridad con respecto al que la practica. ¿Por qué alguien decidiría dejar de comer carne, pescado o todo aquello que, en definitiva, tenga un sistema nervioso central? El pasaje de De Roose y Van Parijs que cito arriba me parece útil para presentar dos de las razones que me parecen más interesantes a la hora de explicar esta decisión. Intentaré argumentar que la posición calificada de "humanitaria" es más consistente y defendible si se enfoca desde una perspectiva "medioambiental". Por desgracia, creo que incluso esta versión "medioambiental" o ecologista no es lo suficientemente consistente como para justificar un vegetarianismo estricto. Por ello, explicaré por qué creo que la razón más poderosa (la que a la postre me convenció) para defender a los vegetarianos es el motivo ético relacionado con la emancipación de los animales (aunque mi argumento no será exactamente "emancipatorio"). De Roose y Van Parijs defienden un motivo "humanista" según el cual, dado que "la producción de un kilo de proteínas animales exige de hecho el consumo de varios kilos de proteínas vegetales", un mundo más vegetariano posibilitaría una alimentación adecuada para toda la humanidad. Lo cierto es que el problema actual radica más en la distribución que en el nivel de producción . Creo sin embargo que el argumento humanista puede reformularse sin demasiado esfuerzo (ni pérdida de su esencia) para fundamentar un vegetarianismo basado en un razonamiento ecológico. Por ejemplo, el informe 2006-2008 de Agrimonde nos señala que en California hace falta 100 litros de agua para cultivar 1 kilo de patatas mientras que 1 kilo de ternera necesita.... ¡13000 litros! En el caso del pollo y del cerdo hacen falta 4100 litros y 4600 litros respectivamente, lo cual tampoco es nada despreciable... Además de esto, el mayor consumo de vegetales por kilo de carne provoca serios problemas de deforestación y pérdida de diversidad ligadas al monocultivo en países como Brasil. Este relación entre ganado y problemas medioambientales se conoce como la "hamburger connection". Por si esto fuera poco, el informe de Agrimonde estima que la crianza de animales a nivel mundial es responsable del 18% de los gases de efecto invernadero de origen humano. Es fácil, pues, comprender que algunas personas expliquen su renuncia a la carne o al pescado por motivos ecológicos. Yo mismo empecé a plantearme la seriedad de la opción vegetariana tras ser expuesto a este tipo de argumentos y no puedo evitar una gran simpatía por este razonamiento. Sin embargo, me parece que la opción puramente ecologista adolece de dos limitaciones fatales para justificar la eliminación total de carne y pescado en nuestra dieta. En primer lugar, si el objetivo es lograr un consumo ecológicamente sostenible, posiblemente la solución no pase por una eliminación total del consumo de animales sino por una disminución de su consumo y la elección de alternativas más ecológicas. La eliminación total del consumo de carne o pescado no es una conclusión que se derive automáticamente de la preocupación ecológica. Podría argumentarse que eliminar totalmente el consumo de carne o pescado es necesario porque otros no estarán dispuestos a adoptar el consumo sostenible y es necesario lograr que en media el consumo per cápita se sitúe en un nivel ecológicamente sostenible. Creo que esta actitud tiene el riesgo de desembocar en un mesianismo estéril que además evolucione hacia un sentimiento de profunda frustración e impotencia ante las orgías carnívoras que uno puede encontrar a su alrededor. Y si no, vean:
La razón que más me ha convencido para sustentar mi vegetarianismo es la que se basa en argumentos éticos. Básicamente podríamos resumirla en una pregunta tan simple como poderosa (al menos desde mi punto de vista): ¿por qué consumir carne o pescado si es posible llevar una dieta sana y equilibrada sin generar sufrimiento a ningún animal? Esta postura tiene ilustres partidarios entre los utilitaristas e incluso entre los libertarios. Creo que la pregunta nos obliga a enfrentar un supuesto placer gastronómico con el valor que asignamos al dolor y al sufrimiento de otros seres. El hecho de que dos de los textos que más me han convencido sobre este tema provengan de dos corrientes filosóficas cuyas tesis centrales no me convencen demasiado, no deja de resultarme tan motivador como divertido... o incluso inquietante, por cierto. En todo caso, creo que esta pregunta ética sí que lleva lógicamente a adoptar una dieta vegetariana y además encuentra un interesante apoyo que la refuerza en las tesis ecológicas que hemos comentado anteriormente. Me parece importante acabar la entrada con algunas notas de prudencia o de apertura. No creo en absoluto que mi postura esté libre de críticas o que la pregunta que planteo tenga el vegetarianismo como única respuesta. Este blog ya ha disfrutado en algún otro momento de magníficas intervenciones que demuestran lo complejo de este debate y de las distintas tesis que existen sobre los derechos de los animales. Simplemente creo que, a día de hoy y dado lo que he podido leer, escuchar y reflexionar, el vegetarianismo es la respuesta más coherente y honesta. Reconozco que la opción del veganismo me plantea algunas dudas e incógnitas para las que aún no tengo unas respuestas demasiado claras. Tampoco reclamo ningún status de supremacía o coherencia moral frente a los demás (en ocasiones se me ha reprochado que los vegetarianos miramos al "resto de los mortales" por encima del hombro (¿?)): mis zapatos son de cuero y mi diabetes o mis convenciones sociales me lleva a comer carne o pescado en muchas de mis reuniones fuera de casa. Soy perfectamente consciente de mis limitaciones e incoherencias y no pretendo ocultarlas. Creo, sin embargo, que lo importante es intentar dirigir nuestras acciones hacia un ideal de justicia reflexionado y abierto a un diálogo y a una evolución constante tras el debate con los demás. Más que un flagelo moral, mis contradicciones son un acicate para intentar modificar y adaptar mi modo de vida a lo que creo que es más justo o defendible.